Melilla, encrucijada cultural. Gente que llega sola, los menores extranjeros no acompañados, que dejan casa familia y una vida buscando un futuro mejor. Una realidad singular, distinta a la de la península.
Siempre que visito Melilla recibo el mismo impacto de ciudad de contraste. El centro histórico con sus edificios modernistas tan parecidos a los de Barcelona. Los barrios más periféricos con sus casas tan llenas de color y con un sabor popular rifeño. Y la valla, el costurón de alambre, la herida abierta que separa no solo dos territorios, dos países, dos continentes, sino, sobre todo, dos culturas, dos visiones del mundo y de la realidad, tan distintas y llamadas por la historia a convivir juntas y entenderse.
Las fronteras geográficas son antes que nada fronteras psicológicas y personales. Es verdad que los ciudadanos peninsulares viven sin grandes dificultades con los marroquíes, con quienes comparten la vida; otra cuestión es el trato con los subsaharianos que llegan a la ciudad de una manera irregular y que ingresan en el CETI. Esta riqueza multicultural no se vive como una dificultad sino como un reto que puede enriquecernos a todos.
La Iglesia católica en Melilla en minoría, con un mensaje específico que no distingue etnias... todo un reto.
Para el Papa los inmigrantes no son invasores sino que su contribución enriquece a la humanidad. Habría que cambiar pues el enfoque y la percepción de los “hermanos” migrantes... Tenemos el corazón duro.
La comunidad cristiana católica que camina en Melilla es consciente de su posición minoritaria, pero también muy significativa. La cultura occidental sustentada en los valores cristianos sigue siendo un reclamo para todas las personas de cualquier etnia, sobre todo, cuando se descubre la promoción de los derechos humanos que nosotros tanto cuidamos y que tantas ventajas existenciales reporta.
La Iglesia católica en Melilla hace realidad, cada día, la llamada del Papa Francisco de ser una comunidad de acogida y en salida permanente para dar testimonio del amor de Dios manifestado en Jesucristo, el Señor y su predilección por los pobres.
Cuál sería la realidad de Cáritas en Melilla, ante un futuro que hay que construir conjuntamente...
Todas las parroquias de la ciudad tienen constituidas Cáritas Parroquial, como es habitual en la Diócesis de Málaga. En ellas se atiende sin ninguna discriminación a todos los que en cada barrio necesitan ayuda. El Modelo de Acción Social de Cáritas prioriza sobre todo la acogida y el acompañamiento al participante, Huimos del asistencialismo y de la beneficencia.
El reparto de alimentos, calzado, ropa no está en nuestras prioridades; aunque puede haber casos extremos que sea necesario una intervención a este nivel. Cáritas quiere ayudar a las personas que se acercan para solicitar algún servicio a que descubran sus potenciales, sus capacidades, facilitarles herramientas e información para que vayan haciéndose personas cada vez más responsables y autónomas, ciudadanos de pleno derecho.
“Un mundo donde todos podamos vivir dignamente en paz”, dice Francisco. Explíquenos cómo interactúa la Iglesia de Melilla en lo social.
La riqueza testimonial de la iglesia en Melilla no se agota ni mucho menos en el trabajo que realizan las Cáritas Parroquiales. Son también la distintas congregaciones religiosas implantadas en la ciudad; algunas con más de cien años de antigüedad, las que prestan un meritorio servicio caritativo fundamentalmente a la comunidad marroquí tan numerosa entre nosotros.
Los Hermanos de La Salle con su proyecto ALFA; las Hijas de la Caridad con su atención a los menores extranjeros; la Divina Infantita con su servicio de guardería; las hermanas del Monte con guarderías, ludoteca, alfabetización de adultos; la experiencia intercongregacional “Comunidad Fratelli” que acoge a los ex tutelados para hacerles un acompañamiento personalizado para su total integración en nuestra sociedad.
Toda la sociedad melillense conoce, valora y sostiene afectiva y económicamente estas realidades pastorales. Es de justicia resaltar también la buena relación y sintonía con la administración local de la Cuidad Autónoma que subvenciona en parte o en algunos casos en su totalidad el coste financiero de estos programas y proyectos.
Acoger, proteger, promover e integrar, cuatro verbos que el papa Francisco pronuncia...
Son los cuatro verbos que el Papa Francisco utiliza para resumir cuál deber ser el horizonte de las comunidades cristianas a la hora de asumir la tarea de acompañar especialmente a las personas migrantes.
Es de todos conocida la presión permanente que, junto con Ceuta y Canarias, Melilla soporta de flujos migratorios, que suponen un gran reto en primer lugar para los responsables políticos y los que ejercen tareas de gobierno; porque es a ellos a quienes compete ir buscando soluciones a la llegada de personas que buscan una vida más digna que no pueden alcanzar en sus países de origen o que vienen huyendo de la guerra, el terrorismo, la intolerancia religiosa y tantos otros factores.
La tarea de la Iglesia nace de la subsidiariedad a la que está llamada por imperativo evangélico y opción por los pobres y desheredados de la tierra.
¿Cuáles serían los retos de Cáritas de Melilla?
Como muy bien nos indicó D. Vicente Martín, delegado de Cáritas Española; existen tres retos importantes en la realidad de Cáritas de la ciudad autónoma, realidades que ya se están trabajando pero que hay que profundizar en ellas.
Ir dando vida a la propuesta del Papa Francisco de contribuir a la cultura del encuentro en esta realidad donde coinciden tantas culturas. Es necesario generar procesos que vayan eliminando las reacciones de miedo, rechazo, criminalización; episodios xenófobos en definitiva que siempre pueden aparecer en cualquier ambiente donde se da una convivencia tan intensa como en Melilla.
La necesidad de incorporar al trabajo de Cáritas a más voluntarios, especialmente joven para que se vaya produciendo el relevo generacional adecuado. Eso poniendo en valor la tarea extraordinaria que viene realizando el voluntariado en las parroquias y en la Comisión Arciprestal de Cáritas que con ilusión, empeño y mucho esfuerzo siguen derramando la misericordia de Jesucristo; haciendo creíble el testimonio de la comunidad eclesial.
Asumir con mayor realismo la realidad de ser una Iglesia en minoría, pero que debe ser significativa evangélicamente hablando, de anuncio y de presencia encarnada en una realidad multicultural.
Como en alguna ocasión le escuche a Monseñor Santiago Agrelo, obispo emérito de Tánger: "Las leyes de algún país nos pueden prohibir la evangelización directa, personal o pública; pero en todas las regiones se nos permite el testimonio de la Caridad que todo el mundo entiende porque es el lenguaje universal del amor”.
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