Ana Rodríguez vino al mundo en Melilla en el año 1961. Es cierto que a muchas personas no les apetece mencionar su fecha de nacimiento o su edad, al igual que a otras tantas les provoca rechazo preguntarlo. Sin embargo, Ana pensó que no llegaría a los 50, por lo que cada año que pasa es una ilusión para esta melillense, llena de mentalidad positiva.
Volviendo al principio, llegó al mundo en Melilla, más concretamente en el Hospital de la Cruz Roja.
Sus padres vivían en la calle Doctor Garcerán, pero se acabaron por mudar al barrio Virgen de la Victoria, donde pasó su infancia. Una época feliz y despreocupada, donde jugaba en la calle con amigos, cuando todo era mucho más tranquilo.
Ana no puede evitar que le cambie el tono de voz cuando recuerda el paseo desde el Colegio de Prácticas, actual Pintor Eduardo Morillas, hasta la casa o como iban hasta "la bola" a coger escarabajos y lagartijas. "Otros tiempos", asiente Ana, asumiendo que han pasado pero que los buenos recuerdos no se han marchado.
Una vez finalizó sus estudios en el Leopoldo Queipo, marchó a Málaga. El Derecho fue su vocación, lo que le llamó. Ana fue una pionera, licenciada en la primera promoción de Derecho de la Universidad de Málaga, pero Melilla tiraba y retornó para abrir su propio despacho. Corría el año 1986, 38 años ejerciendo la abogacía en la ciudad autónoma. Un tiempo que en absoluto ha sido una carga para ella.
Nunca se ha planteado cruzar el estrecho, hacer carrera en la península o en otros países. Ya sea en lo profesional como en lo personal, se encuentra cómoda en Melilla, su vida está aquí, por vida se entiende a sus amigos, familia y al hombre de su vida, su gran apoyo.
La vida se truncó a los 49 años. Ana es una persona que no esquiva una pregunta, no en vano es una manera para sanar. Algo que no duda en recomendar a quienes se encuentran en una situación de desamparo por enfermedad propia o de familiares. Sostiene que los pacientes deben contar su experiencia. Pero lo más importante para Ana es no tirar la toalla, aunque suene a tópico, ese es su lema de vida y llama al resto del mundo a secundarlo.
Con los 50 a la vuelta de la esquina, le diagnosticaron un sarcoma mandibular. Una parálisis parcial de su rostro que se extendió. La metástasis causó estragos y se llegó a desahuciarla completamente. De hecho, el doctor Castillo, de cuidados paliativos, se encargó de preparar a su marido para un fatal desenlace, aconsejándole a disponer lo que considerara. Pero Ana hizo suyo el lema y no tiró la toalla, al igual que el doctor Triguboff, su oncólogo, a quien le está eternamente agradecida por sacarla adelante.
Ana volvió a nacer, pasó la enfermedad y lo hizo llena de motivación. Fue entonces cuando desde Madrid le propusieron hacerse cargo de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) en Melilla. Después de su experiencia, la motivación que tenía y de toda la ayuda recibida ¿Cómo podría siquiera plantearse decir que no a tal ofrecimiento?
8 años duró su mandato al frente de la AECC en Melilla, el periodo máximo que alguien puede estar presidiendo una delegación en esta entidad. Dejó el cargo en mayo del año pasado y, a día de hoy, todavía no se explica como pudo compaginar su despacho y su vida personal con la AECC.
La respuesta es sencilla, ha tenido mucha ayuda a lo largo de estos años. Ana siempre ha contado con el apoyo de su marido y de sus compañeras del despacho. Cada ausencia por una reunión en Madrid o por una obligación de la asociación era suplida por sus grandes apoyos.
Nunca había sido voluntaria, pero el sentimiento que ha obtenido y sigue obteniendo de prestar ayuda a los demás sin recibir una contraprestación es toda una satisfacción personal para Ana.
Si hay algo con lo que se queda de los 8 años al frente de la AECC en Melilla es el reconocimiento de sus conciudadanos. Suele decirse que nadie es profeta en su tierra, pero esto no puede aplicarse a Ana, quien ha recibido el reconocimiento de la sociedad melillense por 8 grandes años de servicio.
Ana es clara, no se mueve de Melilla. Tiene aquí una vida tranquila con su gente, es en nuestra ciudad donde sigue colaborando con la AECC.
No puede evitar hablar del presidente de la Asociación en la ciudad, Manuel Aznar. Durante su mandato, Aznar ejercía como tesorero en Melilla y siempre fue su fiel escudero, una ayuda leal en todo momento. Una asistencia que Ana no duda en devolver. Aznar siempre tiene una fiel colaboradora de la asociación, alguien con la que poder contar en todo momento y de forma incondicional, esa persona es Ana Rodríguez.
El tiempo pasa. Una oración lógica y que puede parecer obvia, pero que refleja una profunda reflexión. Tal afirmación la comparte Ana, quien considera que el cambio es inevitable. Ya sea en las personas o en nuestra ciudad.
Esta melillense considera que hay que aceptar cada momento como viene. Es por ello que no puede quedarse con la Melilla que recuerda de su infancia o la ciudad actual. Ana es clara, si la Melilla de antes tenía cosas buenas, la de ahora no ha perdido esa virtud. Por ello, no duda ni un segundo: Me quedo con Melilla.
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