Nadie sabe a ciencia cierta si Marruecos seguirá adelante con su intención de cortar por lo sano con el comercio atípico. Las malas lenguas hablan de febrero, pero oficialmente no hay nada en claro.
La preocupación no es sólo nuestra. Los medios marroquíes especulan sobre el tema y vaticinan un aumento de las restricciones al contrabando para mayo, coincidiendo con las elecciones municipales en España.
Doy por hecho que a estas alturas todos los partidos que aspiran a ganar las elecciones locales tienen un plan B con el que suplir el pinchazo monumental en los ingresos por IPSI que supondría el fin del ‘comercio atípico’ en Melilla. No nos engañemos, el ir y venir de fardos en Barrio Chino ha dado de comer a mucha gente de Marruecos, pero, sobre todo, ha engordado durante años las arcas públicas de Melilla.
Los empresarios de la ciudad siempre han defendido que su comercio lejos de ser “atípico” o “contrabando” es una mina para la financiación local, porque la mercancía entra (o entraba) por nuestro puerto en contenedores y pagaba su correspondiente aforo.
Pero esos ingresos no sólo han empezado a caer sino que se han desplomado en 2018. De cortarse el contrabando en Barrio Chino nos quitaríamos de encima la vigilancia de un puesto fronterizo conflictivo, pero también quedaría estrangulada la financiación de la ciudad.
En teoría el Estado nos dejó gestionar el IPSI para quitarse un problema, pero ahora tienen dos problemas en lugar de uno. Los ingresos no son los que eran y nos tiene que echar una generosa mano y todo apunta a que irán a peor: eso ya son palabras mayores.
¿Qué van a hacer con nosotros? Nos hemos convertido en una de esas cargas que sólo dan trabajo y más trabajo, pero no a la gente sino al Gobierno central.
El presidente Imbroda está esperanzado en que el turismo despegue, pero aunque estoy convencida de que Melilla tiene potencial, no voy a dejar que me ciegue el sentido de pertenencia a esta ciudad. No podemos subvencionar eternamente los billetes para que la gente venga a visitarnos. Eso hace que no seamos competitivos. La idea de hacer paquetes turísticos en combinación con Marruecos hizo aguas el mismo día que nos enteramos de que un grupo de terroristas había degollado en las montañas del Atlas marroquí a dos turistas nórdicas. El vídeo lo vio media Europa. ¿Quién va a venir?
La gente cuando se va de vacaciones lo hace con la ilusión de regresar; de recargar pilas. Nadie se va a arriesgar innecesariamente. El cuento de que lo ocurrido es un caso aislado no se lo cree ni el ministro del Interior marroquí.
De hecho la semana pasada la agencia privada AICS, experta en asesoría en Inteligencia, detectó conversaciones en Telegram que apuntan a que los terroristas tienen los ojos puestos en tenclaves marroquíes frecuentados por españoles como es el caso de las zonas turísticas cercanos a Oujda. Con esos truenos y billetes de barco y avión por las nubes ¿qué va a ser de nosotros? ¿Quién en su sano juicio vendrá a visitarnos? No es el fin del mundo, pero como si lo fuera. ¿Alguien tiene un plan B?
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