Alejandra Nogales (Melilla, 1986) lleva toda su vida entre Málaga, Madrid y la ciudad autónoma. Actualmente afincada aquí, creó La Vidriera en 2016. Teatro, cine y musicales –en múltiples facetas- componen una extensa carrera galardonada ya con varios premios a pesar de su juventud. También codirige la escuela de teatro de melilla El Invernadero, en la que impartimos canto, danza, interpretación y circo. Además, le queda tiempo para dedicarse a proyectos dirigidos a los centros educativos y también talleres que versan sobre lo intercultural. También nos habla sobre su último proyecto, una coproducción sobre el Desastre de Anual. En conjunto, lleva dirigiendo 19 años, desde 2004.
-Puf. Hasta los ocho años estuve en Madrid, porque mis padres vivían allí. Después nos volvimos a Melilla todos y aquí estuve de los ocho a los 16. De los 16 a los 21 estuve viviendo en Málaga, donde me licencié en Dirección de Escena y Dramaturgia, una rama de Arte Dramático, y de allí me volví a Madrid, porque en Málaga todavía la movida cultural no era muy fuerte. No había espacios alternativos. Estaban el teatro Alameda, el teatro Cervantes y el teatro Cánovas. No había salas independientes, el Echegaray estaba en obras… entonces irte a Madrid era la salida que tenías. Ahí estudié Publicidad, hice el CAP y me fui especializando en todas las ramas de teatro. Yo llegué con 21 años a Madrid a estrenar en las salas y todo el mundo te comía. Eras como la niñata que iba a ser directora. Te vacilaban los técnicos y los programadores… Sufrí esa parte negativa de ser joven y mujer en el ámbito laboral, así que decidí formarme en todo para que nadie me pudiera decir que tal cosa no se podía hacer, que era como la coletilla de Madrid. Yo, como lo veía todo tan fácil, preguntaba ¿por qué no? Entonces estudié iluminación, producción, distribución, de todo. Hice un máster en Gestión Cultural. Ahora he hecho el segundo, especializado en Artes Escénicas, Música y Danza en la Complutense. Y con esa batería de conocimientos no me podían boicotear mucho (jaja).
La primera obra que monté en Madrid se llamaba ‘Labios’ y era con Belén Cuesta, Maggie Civantos, Celia de Molina y Laura Ríos. Con esa obra hice muchas giras, me dieron varios premios… Nunca la pude traer a mi ciudad, porque nunca le cuadraba aquí a la Consejería de Cultura. Era curioso, porque estaba recogiendo premios por allí. En La Rioja nos dieron el premio del público al mejor espectáculo. En Toledo, al mejor espectáculo también. Y esa nunca la pudimos poner aquí.
Ya me quedé en Madrid y monté allí mi compañía. Bueno, la había montado ya en la Escuela, con un compañero que se llamaba Carlos Rico. Él escribía y yo dirigía. La llamamos Alejarlos, que era la mezcla de Alejandra y Carlos. Este amigo, que había escrito ‘Labios’, murió en 2010 y me quedé un poco huérfana, sin saber el sentido de la vida. Se había ido mi todo. Tuve una temporada de querer dejarlo todo y montar unos karting aquí en Melilla. Menos mal que no me dejaron. Y, nada, me llamó otra compañía que se llamaba Pies planos, en Madrid, para que les dirigiese un espectáculo, y ahí recuperé el norte. En Madrid estuve hasta 2017 viviendo y trabajando. En 2015 estuvimos en México de gira con una obra que se llamaba ‘Sala de espera’. Esta obra, además, surgió como un homenaje a Carlos Rico. Entonces cogí cuatro de sus mujeres de diferentes obras y las uní en una sala de espera. Esa obra la estrenamos en Madrid en 2011, al año de su muerte, y con esa sí he venido a Melilla tres veces y hemos ido a México (donde también nos dieron un premio al mejor espectáculo en 2015) y en 2018 en Argentina. Allí le dieron el premio a la mejor actriz de reparto a May Melero. Es mi obra más longeva, a la que le tengo mucho cariño, también por donde parte, y uno de los grandes éxitos de mi carrera.
En 2017 me llamaron para un contrato de dos meses en Melilla Acoge para hacer talleres de teatro en el CETI. Fue una experiencia vital alucinante. Era noviembre-diciembre. En 2018 me ofrecieron hacerme fija, pero yo tenía mi empresa en Madrid y el trabajo este aquí, así que lo iba compaginando. También me salió una producción en Málaga, en el teatro Echegaray, dirigida por Jorge Roelas. Así que hubo varios meses de mi vida que, por la mañana, trabajaba en Málaga, por la tarde trabajaba en Melilla y los fines de semana trabajaba en Madrid, con todo el estrés y aviones que ello supone.
Ya en 2019 dejé Melilla Acoge y me iba a volver a Madrid, pero ya me había convertido en una empresa referente en la ciudad. Entonces ya, desde la administración pública, contaban mucho conmigo y finalmente me mudé aquí.
-Sí. Muy contenta, porque estoy con mi familia. En 2015 murió mi abuela, me pilló en una actuación fuera y no pude venir… Con la edad, vas dándole importancia a otras cosas.
-Sí. Como directora, teatro, y en el mundo audiovisual he hecho dirección de arte, dirección de casting… En la película ‘Alegría’ llevábamos la figuración. Ahora hemos estado también con figuración en el videoclip de Pablo López. He hecho varios cortos en Madrid.
-El teatro. El teatro empieza y te la juegas. Desde la dirección sueltas la cuerda y a esperar que todos los demás hagan lo que está previsto. Algo así como aquí se acaba mi trabajo y empieza el de los demás y que salga todo bien. Esa adrenalina del directo no lo tiene el cine, aunque luego el cine, en la pantalla grande, con el esfuerzo de tanta gente… Me pasa también con los musicales. Cuando veo el resultado, me hincho a llorar pensando en el esfuerzo de tanta gente. Una visión un poco más romántica de la profesión y del esfuerzo.
-El año pasado estuve de médicos con mi padre luchando contra el cáncer. Finalmente lo perdimos en septiembre y ahora mismo estoy más dedicada a los eventos y talleres infantiles o familiares. Eso me daba más cuartelillo a la hora de poderme organizar con los médicos en Málaga y Madrid. No me implicaba tanto como una producción teatral o audiovisual que me obligara a estar en un sitio todo el tiempo.
Lo próximo que tenemos es el Holi, el 11 de marzo, junto con la Comunidad Hindú. Ya he organizado varios eventos con ellos y bien. Tenemos el 8M en la Residencia de Mayores, junto con Lola Padial, y hemos elegido ocho cantantes. Lola va a cantar un par de canciones de cada uno y a través de unas composiciones que ha hecho Rocío Bueno en una exposición. Luego el Holi. En abril tenemos campaña escolar, con Medio Ambiente y Mujer, con una obra que se llama ‘Las Cármenes’, que ya hicimos el año pasado, pero fue tal la acogida que se quedaron varios institutos fuera. Es una obra dirigida por mí para los institutos y que habla sobre la vida de Carmen Conde y Carmen de Burgos. Eso también ha funcionado muy bien, porque invadimos las clases como si las Cármenes fueran a visitar a los alumnos y a contarles su vida y cómo ha cambiado todo desde entonces y la suerte que tienen de haber nacido en otra época.
También campaña escolar con Medio Ambiente en los centros de Primaria en la que se resalta la importancia del cultivo y de los huertos urbanos y cómo ellos pueden autoabastecerse de las diferentes verduras como pequeños hortelanos. Eso es en abril.
También está la semana de la diversidad, en la que intentaremos acercar un poco África a la diversidad cultural de Melilla, porque es como que estamos geográficamente en África pero vivimos de espaldas a ella y miramos todo el rato a Europa. Creo que se nos olvida dónde estamos y queremos que haya una presencia de esa cultura africana en esta Semana de la Diversidad. Eso es lo más cercano. También tenemos participación en La Africana y los diferentes eventos que hay en la ciudad.
-Sí. Yo estuve siete años sin pisar Melilla. Vine en 2009 con mi obra final de carrera, que se llamaba ‘Ocho mujeres’, y no pude volver hasta 2014 con una producción. No sé qué pasó, pero, bueno, yo estaba trabajando en Madrid. Me daba pena, porque era mi tierra, y con ‘Ocho mujeres’ se acabaron las entradas semanas antes. Entonces no entendía mucho qué pasaba, cuando tú todavía te crees que el esfuerzo tiene recompensa. Con la edad te vas dando cuenta de que no y de que influyen millones de aspectos que no tienen nada que ver contigo, y no te lo tomas como algo personal.
-Sí. La edad y la experiencia. A lo mejor es que me han pasado demasiadas cosas en poco tiempo.
-En mi proyecto de fin de carrera no sabía qué obra elegir y un amigo me dijo: “Habla de lo que conoces”. Mi elección fue ‘Ocho mujeres’, que, como soy mujer, era algo con lo que me sentía segura y con criterio para hablar. También he sido la única chica de mi clase y la más joven y siempre he estado muy ninguneada. Era un tema con el que me sentía segura. La obra funcionó muy bien. De hecho, luego estuvimos en Melilla en 2009, en Málaga en 2012 toda una semana en Navidad. A partir de ahí, el feminismo y las mujeres han sido una constante en mi obra para luchar desde el poder que te da un escenario. Es algo que conozco y algo que sufro. Lo he sufrido en la escuela, como egresada y en el mundo laboral y, ya que tenemos ese poder desde el escenario de ser un pequeño altavoz, hay que utilizarlo.
-En materia intercultural. Soy como el referente intercultural. He celebrado el Yennayer (año nuevo amazigh) dos años seguidos. He organizado el Diwali (año nuevo hindú) también dos años consecutivos. Por primera vez este año se ha organizado el año nuevo chino, que también he organizado yo. Participé en el Januká con una pieza audiovisual para TVM. Todos los años nuevos los venimos organizando desde La Vidriera. Tenemos bastante experiencia en el mundo intercultural. De hecho, creamos unos personajes que eran los buscadores del cuento, que venían a Melilla enviados por el ministerio del cuento a investigar los cuentos orales que se transmitían en las familias de todas las culturas. Hicimos un ciclo, que eran cuentos interculturales, durante todo un mes, y cada fin de semana era una cultura diferente. Estos personajes funcionaron muy bien hasta el punto de que los niños paraban por la calle a los actores. De ese éxito decidimos ir haciendo los buscadores de cuentos tematizados. Llegó el 8M y lo hicimos con mujeres que habían sido invisibilizadas en la historia: la primera matemática, la primera bióloga marina… Y siempre acompaña, que creo que es en lo que me diferencio un poco de la competencia, la teatralización de los talleres. No hacemos talleres sin ton ni son ni obras de teatro separadas, sino que hacemos la obra de teatro y los posteriores talleres están relacionados con esa obra, de manera que cala mejor el contenido en los peques.
-Con ese nombre, desde 2016. Antes era Alejarlos, que fundamos en 2004. En 2010 murió Carlos. Yo aguanté unos años más con ese nombre, pero en 2017 me asocié con otro compañero y decidimos cambiarle el nombre a La Vidriera.
-Fue a la trayectoria y a mi contribución a las artes escénicas de la ciudad. Fue muy bonito, porque parece que lo que haces al final cala en la gente. Nos dieron otro de TVM, que se llamaba Dejando huella. Son premios que saben a abracitos.
-Trabajo mucho y, al final, la gente me conoce (jaja). También es verdad que los Nogales son muy conocidos en Melilla por la Semana Santa. Mi bisabuelo fundó en su día una cofradía. Mi abuelo era distribuidor de SM. Somos conocidos por esa rama.
-Es muy fácil en cuanto a las oportunidades, porque hay un apoyo muy grande por parte de la Administración a la cultura. Y no sólo desde Cultura, porque Medio Ambiente o Deportes apuestan mucho por la cultura. Al final, son consejerías que hacen muchísimo por acercar actividades a la ciudadanía. Por esa parte es muy fácil, porque hay un gran apoyo administrativo. También es muy fácil porque, al ser una ciudad pequeña, hay menos competencia. Seamos francos. ¿En qué es difícil? En los recursos humanos. Actores hay los que hay. Desde la Escuela de Teatro intentamos formar al máximo de personas posible. Es muy difícil también en cuanto a los materiales. Las productoras son las que hay y están sobrecargadas de trabajo. Andamos escasos en cuanto a equipo técnico. Por ejemplo, para el Holi tengo que canalizar toda la mercancía con una agencia en Málaga, porque aquí no te la sirven. Entonces incrementas gastos y tiempo. Si necesito algo urgente, a veces tengo que cogerme un avión, comprar lo que sea y volver. En ese aspecto es todo más difícil. Y, sobre todo, que no hay actores profesionales que se dediquen a la profesión. Hay tres: Lola Padial, Jorge Abad y Marina Borreguero. Está Manu Arrarás, pero es militar y, aparte, es Papá Eñe. Entonces la disponibilidad de estas personas está siempre supeditada al trabajo que les da de comer. En ese aspecto sí es más difícil.
-Hemos hecho también ahora una película con Marruecos, una coproducción sobre Anual que se estrenará el año que viene, y estamos cerrando otra producción en Tánger por medio de La Vidriera. La dirige Mohamed Bouzaggou. Esto estaba previsto antes del covid. Se hizo el casting en 2020, pero con la pandemia se paralizó todo y se retomó ahora en 2022. La película cuenta la parte previa al conflicto de Annual. El guión es bastante neutral, que era una de mis preocupaciones. Abd-El-Krim está catalogado como traidor a la corona española. Por eso, muchos historiadores de Melilla con los que quisimos contar se opusieron a la película sin haber leído el guión, que es de Mohamed Madrani. Yo participo en la dirección de cásting. Me encargaba de buscar todos los actores españoles, o que representaban los papeles de españoles en la película. El caso es que tuvimos muchas reticencias por historiadores de Melilla para participar en la película, pero al final ha ido todo genial y prevemos el estreno para 2024.
-En Madrid estuve gestionando una sala, porque también muevo mucho la parte de gestión cultural. Además, vamos a hacer un festival de diferentes realidades en el teatro Kursaal del 16 al 19 de marzo con compañías con diversidades físicas y psicológicas. Vienen una bailarina tetrapléjica de Portugal; una compañía inclusiva de Madrid en la que hay personas ciegas, sordas, con síndrome de down… Creo que va a estar muy interesante. Muchas veces no hay cabida para este tipo de espectáculos inclusivos en las programaciones habituales, sino que siempre se hacen festivales para ellos. Entonces nuestra idea era hacer como un contra festival, que no fuese para ellos, sino que hubiese obras de todo tipo. Hay una compañía que viene de Mérida con un musical sin relación con el teatro inclusivo. Queríamos, desde La Vidriera, empezar a incluir este tipo de propuestas en las programaciones. Y eso es todo.
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