Medio ambiente

Alcatraz atlántico

Saetas aladas

Durante los meses de invierno la costa de Melilla sirve de escenario de uno de los espectáculos más impresionantes de la naturaleza, los picados del alcatraz atlántico (Morus bassanus). Ya es suficientemente llamativo ver estas aves en vuelo con su gran envergadura alar y su inmaculado color blanco resplandeciendo al sol, pero el espectáculo alcanza su máximo nivel cuando, después de realizar un quiebro en el aire, estas grandes aves se lanzan como un misil hacia el agua desde una altura imposible y se clavan en el mar a la misma velocidad de vértigo, para después emerger de la forma más natural y sencilla.

Alcatraces y charranes

El picado es un singular método de caza, que consiste en convertir tu propio cuerpo en una saeta y lanzarlo aprovechando la fuerza de la gravedad para capturar a los peces de forma sorpresiva sin darles tiempo a reaccionar. En Melilla también solemos ver los picados de los charranes, aunque hay una diferencia fundamental: estas aves son mucho más pequeñas que los alcatraces, y además son muy esbeltas; de hecho esta esbeltez es la característica que distingue a estas aves, y la usa para que sus picados penetren con más facilidad en el agua sin tener que coger tanta altura como el alcatraz. Los charranes patinegros (Thalasseus sandvicensis), los más comunes en nuestras costas en invierno, son los que más recuerdan a los alcatraces en la ejecución de sus picados, porque lo hacen desde alturas de 10 a 15 metros, los más elevados de toda la familia de los charranes. En las pocas semanas invernales que los alcatraces se acercan a la costa melillense tendremos oportunidad de comparar los picados de unas y otras aves; no hay más que acercarse al extremo del dique sur o pasear por el nuevo paseo marítimo de Horcas Coloradas para ver los lances de charranes y alcatraces y observar las similitudes y las evidentes diferencias de sus picados.

Destreza y un cráneo reforzado

La diferencia principal entre los picados de alcatraces y charranes viene determinada por el mayor tamaño y la complexión más robusta del alcatraz,que se traduce en que los picados de los alcatraces son mucho más espectaculares, produciendo un impacto en el agua mucho más violento que en el caso de los charranes. También se puede apreciar que los alcatraces suelen lanzarse de una altura muy superior, lo que aumenta a su vez la fuerza del impacto con el agua. Cuesta creer que este impacto no suponga ningún quebranto físico para los alcatraces, pero los procesos evolutivos se encargan de buscar una solución para cada problema, y en este caso ha dotado a los alcatraces primero con un cuerpo fusiforme y después con algunas modificaciones anatómicas específicas para el choque con el agua. Entre estas modificaciones destaca el cráneo de los alcatraces, mucho más fuerte en proporción que el de cualquier ave, por ser esta parte tan sensible e importante de la anatomía del ave la primera que tiene contacto con la pared de agua. Ninguna de estas mejoras evolutivas serviría de nada sin la maestría con la que actúa el alcatraz en el momento del picado, maestría que requiere de un aprendizaje y de no pocos accidentes en los jóvenes con consecuencias fatales. Segundos antes de que el alcatraz penetre en el agua las alas deben estar medio plegadas para que la trayectoria sea recta, pero décimas antes el ave debe plegarlas del todo y pegarlas al cuerpo todo lo posible, pues si no se partirían con el choque; una exhibición de instinto y habilidad.

Uniforme de gala para los adultos

Los alcatraces suelen desenvolverse sin muchas dificultades en alta mar en medio de fuertes temporales, pero son precisamente estas borrascas las que propician el acercamiento de estas aves a la costa. Como el período de los temporales marinos en nuestro entorno coincide con la estación invernal, es en invierno cuando los alcatraces se dejan ver con mayor frecuencia en las aguas que rodean la ciudad. Un detalle que llama la atención es que pocos de ellos tienen el plumaje de adulto en su totalidad, presentando la mayoría las distintas tonalidades de plumaje que comienzan con la totalmente oscura del primer año, volviéndose paulatinamente más clara por zonas cada año hasta que después de cinco largos años luce la llamativa librea blanca con las puntas de las alas negras y la cabeza color crema de los adultos; una librea especialmente elegante dentro del mundo de las aves marinas, y que recuerda a los uniformes de los oficiales de marina, uniformes que seguramente en su diseño se hayan inspirado en esta y otras aves del mar.

Aumento poblacional

Los alcatraces atlánticos crían en islas y acantilados inaccesibles, aunque eso no les libró de la rapiña humana que hasta hace unas décadas provocó un alarmante descenso de su población. La protección de estos acantilados a tiempo dio como resultado un aumento paulatino de sus efectivos, que aunque lejos de recuperar su número original ha hecho que volvamos a ver puntualmente cada invierno en nuestras costas a estas bellas aves y sus míticos lances de pesca.

 

 

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