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Alcas, los pingüinos del mar de Alborán

Alcas y pingüinos

Con la llegada del frío, el mar de Alborán recibe la visita de un ave representativa de los mares del Norte, el alca común (Alca torda).

Durante unas semanas descansa de las duras tormentas invernales que castigan el Atlántico Norte en estas fechas. No es casualidad que muchos aficionados a la navegación que transitan por el mar de Alborán en estos días, lleguen a costa afirmando que han visto pingüinos; son muchos los puntos en común y el parecido de estas aves del Norte con los pingüinos de la Antártida y los mares del Sur, pero su similitud es una vez más producto de la convergencia evolutiva; en realidad no están ni lejanamente emparentadas. Pero con tantas coincidencias tanto de hábitat como de alimentación se puede afirmar que los álcidos son los pingüinos del Hemisferio Norte.

Las alcas y el mar

Llevan una vida ligada totalmente al mar, concretamente a los mares fríos, los más ricos en pesca en ambos hemisferios. Estos mares fríos tan ricos en peces suponen una fuente de recursos inestimable para miles de aves marinas, pero requiere una alta especialización, pues la abundancia de alimento va acompañada de unas condiciones climáticas extremas. La mayor parte de la población de alca común cría en los acantilados de Islandia, rodeados por las frías y tormentosas aguas del Atlántico Norte, un mar que ha conformado el cuerpo del alca hasta convertirlo en un excelente nadador de aguas bravas antes de entregarle sus recursos más preciados. Es tal la especialización del alca que pasa gran parte de su vida sobre el mar, y su única vinculación con la tierra es durante el tiempo que dura la crianza de sus pollos, siempre en acantilados marinos. Aun así, es el Álcido que más se desplaza al sur durante la dispersión invernal, y también el que más se acerca a la costa. Es por esta circunstancia por lo que el alca, aunque no es nunca un ave fácil de ver, sí es el Álcido más común en el mar de Alborán, llegando a verse con relativa facilidad por los pescadores y navegantes aficionados en los alrededores del cabo Tres Forcas y Chafarinas, y a veces, como el alca de la imagen (fotografiada en el dique Sur) se pueden observar dentro de la ensenada de Melilla.

Después del Prestige

Hubo un antes y un después desde el desgraciado accidente del Prestige; la marea negra provocada por este barco acabó por sí sola con miles de aves marinas del entorno del litoral norte español, y una de sus consecuencia fue que las alcas dejaron casi de avistarse por nuestra zona durante varios años, y nunca haya vuelto a ser una especie frecuente en las invernadas de Alborán.

Una extinción y un nombre

Un pariente cercano del alca común, el alca gigante (Pinguinus impennis), hoy día por desgracia ya extinguido, es el auténtico origen del nombre que reciben los pingüinos actuales. Esta ave era abundante en el pasado en toda la zona atlántica del Hemisferio Norte y muy conocida por los marineros de los mares del Norte, los mismos que la cazaron y recolectaron sus huevos hasta provocar su extinción. Fue la primera que recibió el nombre de pingüino, que en gaélico quería decir cabeza blanca, por una mancha de ese color que tenían estas aves en el plumaje de su cabeza; la convergencia evolutiva y el parecido con los pingüinos actuales era más evidente, porque estas aves también habían perdido la facultad de volar, lo que las hizo más vulnerables a la persecución humana. Su adaptación a vivir en islotes rocosos remotos en medio del mar, donde una de las pocas ventajas era la ausencia de depredadores, hizo que las alcas gigantes transformaran sus alas en aletas, mucho más útiles en ese medio, pero no contaban con el afán depredador de los marineros, que llegaban adonde ningún otro depredador podía. Estos mismos marineros, cuando empezaron a navegar por los mares australes y se toparon con las aves de la familia Spheniscidae, tan similares al pingüino al que dieron caza en sus mares de origen, bautizaron a estas aves con su nombre.

Aunque los pingüinos actuales no se han librado en el pasado de la persecución humana, no corrieron la misma suerte que el pingüino original, cuya extinción hoy día se estudia como uno de los casos más tristes y absurdos de la historia natural europea.

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