El ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de España, José Manuel Albares, debe de ser el único que a día de hoy se cree que Marruecos va a cumplir el compromiso de reabrir la aduana comercial con Melilla, adquirido hace dos años y medio pero nunca satisfecho. O es un crédulo redomado o trata de tomar el pelo a los melillenses y al resto de los españoles cuando afirma categóricamente que los marroquíes tienen un "compromiso firme reiterado en varias ocasiones", que siguen hablando del tema y analizando el mejor momento para dar curso al flujo comercial con el vecino país.
Eso sí, no da fechas. Y es ahí donde está la clave. No hay que olvidar que fue Albares el que aseguró públicamente que la aduana se reabriría antes de la Reunión de Alto Nivel de Rabat a primeros de febrero de 2023 y que tuvo que tragarse sus palabras porque el reino alauita no hizo honor a lo pactado. Es decir, que no reabrió ni reabrirá nunca, por mucho que Albares quiera convencernos de lo contrario. El jefe de la Diplomacia española parece no querer entender que sus grandes amigos marroquíes hacen lo que les viene en ganas, esté o no su firma en un documento oficial.
Albares sabe, como ya conoce todo el mundo en esta ciudad nuestra, que Marruecos tiene su propia hoja de ruta con respecto a Ceuta y Melilla, a la que siguen calificando como "territorios ocupados". Eso implica la asfixia económica total de las dos ciudades autónomas empezando por dejarlas sin poder comerciar con su entorno geográfico más próximo. Es algo que forma parte de su estrategia, como lo demuestra el hecho de que ni siquiera concedan un mínimo margen para el régimen de viajeros que impera en todas las fronteras del mundo.
¿De qué le sirve a Melilla que el ministro de Exteriores hable en esos términos cuando él mismo es consciente de que sus palabras no tienen valor alguno en este caso? Para él, como para el conjunto del Gobierno de España, las relaciones con el vecino del sur están ya normalizadas al cien por cien, tanto en lo diplomático como en lo comercial porque jamás han tenido en cuenta que hay dos territorios españoles que dejan al margen deliberadamente para no enemistarse con el sátrapa marroquí.
Y como son perfectamente conocedores de la situación, lo menos que podrían hacer desde el Gobierno de Sánchez es garantizar la supervivencia de la ciudad poniendo sobre la mesa inversiones productivas, empujando a favor del desarrollo turístico con la declaración de obligación de servicio público para las líneas aéreas con Málaga y Madrid, haciendo más atractivo aún nuestro régimen fiscal y facilitando la contratación a través de unas bonificaciones a la Seguridad Social siquiendo punto por punto el modelo establecido en 2004.
Lamentablemente vemos, sin embargo, que dejan de lado la sanidad pública, que el Imserso no tiene un médico evaluador desde hace ya demasiado tiempo, que nos quitan competitividad cargándose el 50% de bonificación a la Seguridad Social, que no tienen un plan para contribuir a crear un nuevo modelo económico, que nuestros estudiantes están a la cola de España porque no se cubren las necesidades educativas y que, entre otras cosas, provocan hastío en la población para que se bajen los brazos y se hagan nuevos proyectos de vida lejos de Melilla.
El Ministro crédulo para Marruecos e incrédulo para los Españoles.
Albares hay momentos qué cualquiera puede pensar que es un ministro más de Marruecos