El Informe Anual de Riesgo de la Agencia Europea de Fronteras (Frontex) no se puede calificar como tranquilizador a pesar de que no aporte datos desconocidos. En realidad, basa sus conclusiones en informaciones con las que los melillenses se encuentran casi todas las mañanas cuando cogen el periódico. Lo novedoso es la percepción que se tiene de la situación de Melilla y Ceuta en Europa. Desde allí se advierte de que la inmigración no es un asunto resuelto, sino todo lo contrario, y se alerta de que hay que poner la atención en un problema que habitualmente preferimos cerrar los ojos porque nos vemos incapaces de resolver.
La presión de las personas que aguardan al otro lado de la frontera una oportunidad para llegar a la ciudad es cada vez mayor. Todos ellos están convencidos de que el futuro no está en los países que han dejado atrás. Sus ilusiones están depositadas detrás de la última valla que les impide poner un pie en este territorio africano de España antes de dar el salto a Europa.
Contra ese sueño no sirve ni el control de la Policía marroquí, ni la vigilancia de la Guardia Civil, ni los sofisticados sistemas de seguridad en la frontera. Ni siquiera valen los convenios de repatriación que sugiere la Agencia Europea de Fronteras. Todas ellas son sólo soluciones temporales para tratar de impedir el paso a quien lo ha apostado todo a la aventura de llegar a Europa. Son personas que tienen muy poco que perder y mucho que ganar.
Sólo dejarán de intentar una y otra vez el viaje cuando esta realidad cambie, cuando sea más ventajoso para ellos intentar progresar en sus respectivos países que convertirse en emigrantes. Mientras la prosperidad únicamente sea posible dejando atrás una tierra asolada por la pobreza y la desesperación, no habrá argumentos suficientes para evitar que la presión continúe aumentando al otro lado de la frontera.