Como es normal me alegré que el pasado día 17 se abriesen los portones del paso fronterizo de Beni-Enzar y los melillenses pudieran pasar a Marruecos y poder abrazar a sus familiares y amigos separadas por tanto tiempo.
La forma escalonada en que se ha decidido reabrir el tránsito de personas ha permitido que se haga de forma segura como todos queríamos. Esa noche había más de 80 policías y guardias civiles –bastantes más que cualquier otro día antes del cierre– para controlar al poco número de personas que podían cruzarla dado los requisitos fijados por los negociadores de ambos gobiernos. Se está controlando bien –como no podía ser menos– el tema sanitario con la colaboración de la empresa de seguridad contratada para ello. Por tanto, la seguridad y el control de las personas se ha conseguido. No cabe, por tanto, sino felicitar a quien corresponda por ello, pero que no se relajen nuestras autoridades que deben tener preparados y operativos los medios técnicos y, sobre todo, los humanos para cuando se entre en la ‘tercera fase’ (ya veremos en qué fecha se inicia y en qué consiste) puesto que en la ‘segunda fase’ –a partir del 31 de mayo– solo van a tener derecho a entrar unas 90 personas más que disponen del permiso de trabajo transfronterizo en vigor y a las que se vaya concediendo el visado especial para arreglar los papeles. Espero que los cientos de extranjeros que han permanecido residiendo ilegalmente desde el cierre fronterizo ya puedan salir de Melilla por voluntad propia o expulsados administrativamente.
No tengo el dato porque no lo han facilitado o no se conoce, pero no me equivoco mucho si estimo que el 80% de los que cruzan la frontera -de ida y vuelta- son melillenses porque no se ha visto llegar a muchos ciudadanos comunitarios y son pocos los marroquíes de las cercanías que posean el visado para circular por el resto del territorio Schengen. Por cierto, la comisaria europea de Interior, la sueca Ylva Johansson, ha especificado que “el acervo de Schengen ya se aplica plenamente a todo el territorio de España, incluidas las ciudades de Ceuta y Melilla” y que la frontera exterior de Europa es la terrestre como he venido defendiendo, no el puerto o el aeropuerto, como siguen diciendo algunos erróneamente. Estos controles a la salida hacia la Península no se suprimirían si se cambiase la actual excepción de visado por la prevista el Reglamento (CE) número 1931/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo de 20 de diciembre de 2006 que es la propuesta alternativa de algunos a la situación previa al cierre.
Es segura, pero no fluida. Las colas kilométricas de los coches esperando salir de Melilla el pasado fin de semana no tienen diferencia con las de antes del cierre salvo la matrícula de los mismos porque ahora son casi todas españolas. Y las nueve horas de cola en la fila para retornar andando a Melilla ese domingo por la tarde solo se diferencia de las de antaño en que la mayoría de ellos son melillenses que vuelven a sus casas. Que compense o no es cuestión personal de cada uno, pero desde luego la fluidez brilla por su ausencia por culpa nuestra o de nuestros vecinos.
Y qué decir de la falta de reciprocidad en el paso de mercancías. Marruecos, en contra de lo pactado en Rabat, no ha levantado la prohibición de permitir el paso de expediciones comerciales desde Melilla, pero es que, además, no permiten pasar “ni un danone” a los melillenses que van a Marruecos. ¿Esto lo han acordado en Rabat con los negociadores españoles? ¿Se lo ha comunicado nuestra delegada del Gobierno a sus superiores? Tampoco se sabe si, por el contrario, nuestros negociadores han aceptado que desde Marruecos se puedan pasar las compras de panes, tortas, langostinos, tomates o cualquier otra cosa que se traen desde Marruecos cuando entran en Melilla. Sin embargo, en Ceuta, su delegada del Gobierno ha dicho que en justa reciprocidad no entra ni un tomate de Marruecos. ¿Por qué allí no y aquí sí? Algo falla, creo.
Ya nos han contado lo de las fases, pero no dicen nada de por qué no se ha recuperado el paso de expediciones comerciales por la frontera terrestre desde que Marruecos decidió unilateralmente en agosto de 2018 permitir solo la importación por vía marítima, aunque siguió permitiendo las exportaciones terrestres hacia Melilla hasta que se cerró la frontera por la Covid. No es que cerrara la aduana comercial de ‘Bab Melilla’ por tanto, sino que Marruecos bloqueó intencionadamente la actividad económica de Melilla como muestra palpable del concepto de ‘buena vecindad’ que contiene su difundida y nunca desmentida hoja de ruta. Y me temo que esta no es la que han debido negociar nuestros diplomáticos y que, al parecer y visto lo visto, no tienen mucha intención de modificarla en esta “nueva etapa sin precedentes”.
Mucho antes de que nuestro presidente renunciase ignominiosamente a la posición de España respecto a la soberanía del Sahara –rechazada, por cierto, recientemente por la propia Unión Europea además del Parlamento español– y ante la inevitable apertura de la frontera tras el cese de la pandemia –único motivo ‘oficial’ del cierre– los empresarios de Melilla solicitamos a nuestro Gobierno que plantease la apertura de forma que fuera fluida y segura, sabiendo que el tránsito de los bultos de este lado al otro de la frontera se había acabado definitivamente. Pedíamos que se exigiera –he dicho bien, exigiera– a Marruecos que cumpliese los Tratados firmados con Europa y España permitiendo el tránsito de expediciones comerciales bajo control aduanero por la frontera terrestre con Melilla. No nos han hecho caso y me temo que no es una prioridad de nuestro Gobierno y, por supuesto, mucho menos del de Marruecos.
También pedíamos que se estableciese recíprocamente un régimen asimilado al de viajeros como existe entre dos países fronterizos en todo el mundo. España aplica a los viajeros procedentes de Marruecos el régimen establecido por la Unión Europea y entiendo que Marruecos debería aplicar las mismas franquicias –o similares– a las personas que crucen la frontera con Melilla. Si no se permite que nuestros visitantes o los trabajadores fronterizos –sean pocos o muchos en el futuro– se puedan llevar sus compras personales al volver a Marruecos, los comercios de Melilla van a seguir echando abajo sus persianas hasta quedar los pocos que puedan subsistir con el consumo local que cada vez es más reducido como demuestran las cifras del tráfico portuario
Está muy bien eso de ‘mirar al norte’ y ser ‘más’ Europa, pero mientras se consigue cambiar la actual dependencia del comercio fronterizo, de qué van a vivir tantas familias de empresarios y trabajadores que vivían mejor o peor de la frontera. Sé que a muchos les da exactamente igual y que preferirían que la frontera siguiera cerrada ‘a cal y canto’ por puro egoísmo y nula empatía. Como también les da igual a otros muchos que de Marruecos entren con productos para consumo propio o para revenderlos en perjuicio de los comercios y hosteleros locales que se suministran desde Península a mayor coste. Eso va en la conciencia de cada uno y allá cada cual con la suya. Pero nuestras autoridades están obligadas a controlar la entrada en Melilla, al menos, sanitariamente de los productos alimenticios para consumo humano y hacer pagar los impuestos a que haya lugar. Eso es una obligación de Estado irrenunciable y corresponde a nuestras autoridades hacerla cumplir. Y sin excusas. Si no hay reciprocidad, no cabe permisividad.
Espero y deseo que la tercera, cuarta o quinta fase –esto parece una película de ciencia ficción– se negocien cuanto antes y podamos tener una frontera, además de segura, fluida y que los intercambios de mercancías se produzcan de forma regulada permitiéndose las expediciones comerciales bajo control aduanero en ambos sentidos, según el punto 11 de la declaración conjunta del pasado 7 de abril. Otra cosa seria inasumible para esta ciudad.
El próximo día 1 de junio podremos conocer el nuevo estudio sobre las ventajas e inconvenientes –y posibles soluciones– de entrar en la Unión Aduanera, encargado a EY por el europarlamentario Jordi Cañas, que se presentará en Bruselas. Tiempo habrá de analizarlo y dar mi opinión.
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