Han pasado ya un mes y unos cuantos días desde que el rey de Marruecos anunció una “nueva etapa sin precedentes” en su relación con España. Y a pesar de que sigo sin entender ni apoyar que el presidente del Gobierno –sin encomendarse ni a Dios ni al diablo– decidiera por su cuenta y riesgo terminar con la política y la postura del Reino de España respecto al Sáhara durante más de 45 años, egoístamente, los melillenses y los ceutíes nos alegramos de ese cambio de actitud en las relaciones con España, pues se nos dijo que después de dos años se iba a abrir la frontera y que tras casi cuatro años íbamos a poder transitar las mercancías por la aduana terrestre de Beni-Enzar, como se venía haciendo desde 1957 y que, por fin, Ceuta iba a tener también esa posibilidad.
Que las relaciones bilaterales entre ambos países tan unidos por razones históricas, geográficas y socioeconómicas no podían seguir bloqueadas por más tiempo era lógico y había que poner remedio. El cierre fronterizo solo por razones sanitarias estaba a punto de perder su justificación y era el momento de volver a que las personas transitaran de un país a otro de forma más o menos controlada documental y sanitariamente. Los vuelos aéreos ya se habían retomado hacía meses. El tránsito marítimo de mercancías nunca se vio interrumpido por la pandemia y ya era hora que el de personas se permitiera por vía marítima y terrestre con las precauciones sanitarias necesarias.
¿Qué ha pasado en este mes y pico desde la carta enviada por Sánchez al Rey de Marruecos? Pues, aparte de haber invitado a nuestro presidente al iftar en su casa y disfrutado de la hospitalidad de Mohamed VI y realizar a continuación una visita relámpago a nuestras ciudades en este lado del Estrecho para ver las obras del futuro Hospital de Melilla y la maqueta de la futura Estación Marítima de Ceuta, poco más. Lo único cierto es que Marruecos ya ha obtenido –por ahora– su triunfo más deseado: el apoyo de España –mejor dicho, del presidente Sánchez– a los planes marroquíes para quedarse con el antiguo Sáhara español y la reanudación de la operación ‘Marhaba’ desde puertos españoles para que sus súbditos puedan ir a su país de vacaciones de forma más cómoda y barata.
Y, España ¿qué ha conseguido? Pues simplemente un papel con 16 puntos de buenas intenciones, la promesa de conformar grupos de trabajo, el retorno de la embajadora –que se marchó ‘a la francesa’– y un cabreo fenomenal por parte de Argelia que nos ha retirado a su embajador, que ha anunciado la subida del precio del gas, la no importación de carne procedente de ganaderos españoles, la no ampliación de los slots para Iberia y una advertencia –muy diplomática, eso sí– de que ni se nos ocurra enviar una molécula de gas argelino a Marruecos a través del gaseoducto Magreb-Europa por el que nos enviaba su gas a nuestro país. Aparte de tacharnos de indecentes y traidores –cosa que solo debería ser aplicado al que firmó la carta enviada a Mohamed VI– las consecuencias económicas se irán viendo en el futuro. Por ejemplo, las empresas españolas que pretenden licitar a contratos públicos o pretendan exportar a Argelia podrían ser las primeras víctimas. Ya se verá…
Mientras, nos encontramos con un tobogán de noticias, dimes y diretes, sobre la ‘inminente’ apertura de las fronteras con Ceuta y Melilla. Se está jugando con los sentimientos de muchas personas residentes a ambos lados, aunque al monarca alauita le importe un pimiento los sentimientos de los suyos. Marruecos ya ha anunciado su decisión de mantener durante un mes cerradas las fronteras de Ceuta y Melilla, frente a los 15 días que había decretado España. Y, mientras, nuestro Gobierno, que no ha hecho nada en los dos años de cierre para estar preparados para el día en que se pudieran abrir los pasos fronterizos, todavía está evaluando cómo y cuándo lo harán y trabajando, según dicen muy coordinadamente, con las autoridades vecinas. A la vista está.
¿Se va a suspender la excepcionalidad de Schengen y permitir que solo entren –en una primera fase– los extranjeros no comunitarios con visado y los 92 de los 1.950 trabajadores transfronterizos que no han visto caducado su permiso de trabajo? Tengo mis dudas sobre la legalidad de dicha medida, pero como no puedo dar una opinión con fundamento jurídico por eso lo dejo en pregunta.
Si esta es la primera fase, ¿cuándo se pondrá en marcha la segunda fase para el paso de personas y mercancías y en qué consiste? De eso no hay noticias ni comentarios desde la Delegación del Gobierno que no es más que ‘la voz de su amo’ –el ministro Grande-Marlaska– y no tiene competencia alguna al respecto. Tampoco el presidente de la Ciudad tiene la más mínima idea del tema ni recuerdo haber leído su posición en este asunto, aunque su opinión tampoco pinta nada en esto ni en tantas otras cosas de importancia para la ciudad.
Todos estamos de acuerdo en que el ‘porteo’ –autorizado y consentido por Marruecos durante años– ni puede ni debe volver a repetirse. Todos queremos que la frontera, cuando se abra, no sea el mismo ‘coladero’ de años atrás, que permitía la invasión de menores no acompañados, la vuelta de los ‘busca vidas’ que hacían competencia desleal e ilícita a muchas pequeñas empresas de servicios, de los que se aprovechaban de la excepción de Schengen para entrar en la ciudad y cometer delitos o los que se quedaban ilegalmente residiendo en la ciudad –la mayoría marroquíes– y ahora llevan unos meses pidiendo asilo ‘político’ y que se les regularice su situación de una forma u otra; de las parturientas marroquíes, que saturaban los paritorios; de las mafias que conseguían ‘padres’ para niños nacidos en Melilla y todo lo que no debería permitir una frontera con control de entradas y salidas como Dios manda y la UE exige. Todo queremos una frontera ‘a la europea’ –fluida y segura– distinta a lo que había antes de la llegada de la Covid-19. Ya veremos qué sale de la primera reunión de la Comisión mixta y del Grupo Hispano-marroquí sobre Migraciones prevista para esta semana en Rabat. Mejor la deberían haber convocado en la Fundación Tres Culturas, aprovechando para invitarlos a la Feria de Sevilla, que está muy cerquita de su sede, y devolver la hospitalidad del monarca marroquí con nuestro presidente.
Pero mientras, ¿por qué no se ha exigido aún por nuestro Gobierno al de Marruecos que levante ya la obligación de importar solo a través de su puerto desde el 1 de agosto de 2018 y no por la aduana terrestre habilitada desde 1957? No hay razón técnica alguna –ni de otro tipo– para que el tránsito de mercancías documentadas por la aduana se restablezca de inmediato. Eso lo sabe nuestro Gobierno, las direcciones generales de Aduanas de España y de Marruecos… y hasta el Tato, famoso torero sevillano.
Otra cosa es que se debería estar negociando ya es el establecimiento de un régimen ‘asimilado’ al de viajeros entre ambos países para poner límite –en cantidad o en valor– a la mercancía que puede llevarse una persona consigo a la vuelta a su respectivo país sin que deba ser considerada exportación comercial, pues para ello está la exportación documentada cuando levanten la actual prohibición y se permita el tránsito de personas por la frontera, en la segunda fase, claro. Aunque me temo que esto no le importa a Marruecos ni poco ni mucho y va a ser complicado ponernos de acuerdo.
Mi impresión es que a nuestro presidente o a su ministro de “Asuntos Europeos, Unión Europea y Cooperación” (sic) les han tomado de pardillos los expertos diplomáticos de Marruecos y nos van a estar toreando y dilatando en el tiempo la puesta en marcha de la ‘nueva etapa sin precedentes’ –ya sabemos el concepto de tiempo que tienen los árabes– soltándonos la cuerda y apretando la soga en función de sus intereses. No sé si Sánchez o Albares saben jugar al póquer o al mus –mejor o peor–, pero seguro que no saben que su oponente juega con las cartas marcadas y con el as en la manga que le han regalado con su famosa carta. A ver cómo sale Sánchez de este atolladero en que se ha metido él solito y qué beneficios sacamos los españoles, especialmente, los melillenses y ceutíes de todo ello. Me temo que pintan bastos…
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