Mi caminar es lento y cansado. Siento que el peso de mi alma es mayor al de mi cuerpo. El dolor que hay en mi corazón es mayor al de mis propias piernas mientras recorro los últimos kilómetros de este viaje. ¿Será que el final de este largo y pedregoso camino se aproxima?…
Quisiera que recordarás mi sonrisa, mis caricias, mis besos y el amor que mis ojos siempre han reflejado por ti. Olvídate de mis enfados y recuerda tan solo mis consejos. Olvida aquellas palabras ásperas que pudieran haber salido de mi boca alguna vez.
Escucha como el latido de mi corazón aún te recuerda. Percibe las señales que mi alma emite, siéntelas, intúyelas, porque son ellas las que te quieren hacer saber que aún sigo aquí. Las que harán que puedas sentir que aún permanezco a tu lado.
Y si en algún momento mi acciones lastimaron tu alma pura, aférrate a los buenos tiempos que pasamos juntos y a nuestras miradas cómplices con las que siempre nos dijimos tanto.
…y es posible que no habláramos mucho, pero conocemos el lenguaje de nuestros ojos.
Eres parte de mi esencia, te di la vida, mi sangre, eres el fruto de mi amor. Tú eres una de mis más bellas creaciones. Te quiero hijo mío.
A lo largo de este viaje tan corto que es la vida, muchas veces sentí que la derrota y el desánimo podían conmigo. Me dejé llevar por las circunstancias y caí de rodillas mil veces. Pero recuerda: (y tú lo sabes mejor que nadie) siempre me levanté y seguí enfrentándome a las duras batallas que la vida puso ante mí.
Con el tiempo fui capaz de vencer en cada una de ellas. Todas esas veces que caí y me puse en pie, me hice más fuerte. Así que te digo: nunca te des por vencido. NUNCA!
Y aquí estoy, en silencio, para decirte que sigas ahí hasta el último instante que Dios me conceda. No te enfades por haberte metido en esta encrucijada, ÉL le da las peores batallas a sus mejores guerreros. Y tú eres uno de ellos.
Aunque no es necesario, quiero recordarte que, aunque a veces pareciera que no estamos aquí, estamos. Y por momentos me miras y ves mi ausencia y mi lejanía, y a pesar de todo el desconcierto… estoy aquí. Siénteme!
Aún con mis ojos cerrados te siento, hijo mío, y quisiera no percibir una gota de tristeza en tu rostro; no inviertas ni un trozo de tiempo de lo que te reste de tu vida en aquellos que te hirieron o te fallaron, si alguien lo hizo.
Porque no vale la pena vivir la vida de los demás. Que lo inmaterial siempre estará por encima, como mi amor por ti. Recuérdalo cuando ya no esté… y sonríe. Porque mi amor hacia ti será eterno, tanto como el tuyo hacia mí.
Y el día que tenga que partir, no guardes dolor alguno en tu corazón. Olvida y desea el bien a tus semejantes. Evoca nuestras charlas, todos esos momentos felices y atesora todo lo bueno que te proporcionó esa experiencia que es ser hijo de una madre que te ha querido con todo su ser. Aún cuando ya no era yo misma.
Eso es lo que deseo. Aunque ahora ya no pueda expresarlo con palabras…
✠ Tj ✠
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