Juan José Imbroda no temió por su vida, pero el intento de golpe de Estado sí le provocó una extrema frustración por la involución que podía suponer. La primera autoridad local recuerda cómo vivió Melilla el 23-F. El hoy presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda, fue uno de los testigos principales de cómo se vivió el 23-F en Melilla. Por entonces era primer teniente de alcalde del gobierno local de Rafael Ginel. Era un hombre de la UCD que, aquí, recuerda hoy para ‘El Faro’ los detalles de unos de los capítulos de nuestra política contemporánea que logró poner en un brete a nuestra Democracia.
-¿Qué recuerda de aquel día?
-Eran seis de la tarde aproximadamente, iba a tomar café con el que fue teniente de alcalde también, Emilio Boj, y oímos en una radio de una cafetería de la calle Villegas que Tejero había entrado en el Congreso. Nos pusimos al habla con el alcalde, Rafael Ginel, fuimos a verlo, y decidimos constituirnos en comisión permanente en el Ayuntamiento. Nos vinimos aquí a este despacho todos los que formábamos parte del gobierno de la ciudad entonces para recabar noticias de la UCD, del Gobierno de la Nación…para esperar acontecimientos. Entendimos que el Ayuntamiento tenía que estar abierto, que debían estar aquí los representantes de los ciudadanos. Convocamos también a los otros partidos que también formaban parte de la Corporación, como el PSOE y creo recordar también Izquierda Unida, que tenía un independiente. Aquí estuvimos hasta cerca de las diez de la noche, hasta que viendo que no había ningún movimiento nos fuimos cada cual a nuestra casa. Estuvimos pegados por completo a la radio, en aquel momento la SER, que era la que trasmitía lo que estaba pasando. Yo vivía entonces en la Plaza de España. En Melilla no pasaba nada, pero sobre las doce de la noche oí ruido de coches y vi un despliegue de muchos jeeps por la ciudad. Pensé lo peor en aquel momento pero seguí escuchando la radio y viendo la televisión, y me llevé la gran satisfacción al ver a Jordi Pujol, que fue el primero en salir y que habló como un hombre de Estado, dando por hecho que no iba a pasar nada. Hacían falta voces así y luego ya cuando salió el Rey me quedé mucho más tranquilo.
-¿Cuando se produjo el bando de Milans del Bosch, teniendo en cuenta el antecedente de Melilla y papel preeminente que aún tenía el estamento militar en la ciudad, fue quizás el momento en que mas temió una involución?
-La verdad es que mi sensación fue de indignación y frustración total pensando en el país, pensando a dónde íbamos. Era una marcha atrás tan terrible la que se estaba planteando allí en el Congreso que no podía entenderlo, parecía algo sacado de un libro amarillento, antiguo. Era algo que no venía a cuento independientemente de la situación política entonces que era muy compleja. Yo era un hombre de UCD y los radicales totales que estaban fuera del sistema y que propiciaron este golpe de Estado, a UCD y Suárez le tenían una especial inquina. Y recuerdo que Suárez había dicho con anterioridad, y a nosotros se nos había trasladado, que si había un golpe militar todos teníamos que tirarnos a la calle, para que fuera cruento porque las potencia europeas ya no iban a dejar que España perdiera el camino de la Democracia. Esto lo sabía yo y estábamos viendo qué iba a pasar y me temí lo peor. En aquellos momentos no es que tuviera miedo pero en una ciudad como Melilla me parecía impensable hacer cualquier disparate. Lo vi con esperanzas de que cambiara y esperando instrucciones de Madrid.
-¿La comparecencia del Rey ante las cámaras de TVE fue crucial?
-El golpe no prosperó porque el Rey Juan Carlos fue un gran valedor de la Democracia. Si tiene algún mérito el Rey Juan Carlos en este país es el 23 de febrero del año 81. A partir de ahí, fue respetado por todas las fuerzas políticas y hasta hoy, con independencia de voces trasnochadas que no merecen vivir en este país.
-Lo del ruido de sables se venía oyendo de mucho antes ¿Qué me dice sobre esto?
-Desde siempre se estaba oyendo la famosa frase del ruido de sables. Pero en esto hubo dos cosas: que el Rey secundó la Democracia y que el Ejército no secundó el golpe, en Melilla tampoco. No sé si tuvo más o menos simpatizantes, pero no lo secundó. Al capital general de la región a la que pertenecía Melilla, el golpe le pilló por sorpresa en Almería. Días después de aquello vino, yo estuve hablando con él, y me negó cualquier participación o apoyo a los fascistas. Aquí estaba al frente de la Delegación del Gobierno el general Bourgón, que nos trasmitió un mensaje de total tranquilidad en una reunión que tuvimos al día siguiente de la entrada de Tejero en el Congreso, y en la que nos explicó que los movimientos de jeeps obedecieron a que resultaba lógico reunir a todos los militares en una situación crítica como la que se estaba viviendo.
-¿No tuvo ninguna incidencia especial la extrema importancia entonces del estamento militar en la ciudad?
-No, aquí efectivamente había muchos efectivos militares, pero eso no tuvo ninguna importancia en cómo se desarrollaron los hechos. La Acorazada Brunete, en Madrid, sí que estaba llamada a jugar un papel importante.
-¿Qué sabe de una lista negra en la que se dice también se incluía a los miembros del gobierno local de UCD?
-Desconozco la existencia de esa lista o esa reunión, pero sí resultaba lógico que estuviéramos en el punto de mira como gobierno municipal, porque Adolfo Suárez y la UCD estaban muy perseguidos en esa época por ciertos estamentos más radicales que de alguna manera consideraban a Suárez como un traidor. Creo que cabía más inquina con Adolfo Suárez en aquella época que inclusive con Carrillo. Entonces, de haber pasado algo aquella noche nos hubieran molestado, no sé en que grado, pero sí que nos hubieran molestado.
-¿Tuvo miedo por su vida?
-No, como anécdota comentaba que si hubieran triunfado nos hubiéramos hinchado de picar piedras en los pinos. Pero lo decía de broma.
-¿Cómo fue el trato de los militares a Suárez durante su visita meses antes a Melilla?
-Pues fue cortés, aquí por lo menos hasta donde yo sé fue cortés. Adolfo Suárez era un hombre con mucho coraje, si no lo hubiera tenido no habría podido hacer lo que hizo. Se reunió aquí a solas con todos los mandos militares de Melilla en La Legión y al parecer no le fue mal. Se dirían cosas fuertes, imagino, pero no le fue mal, según trascendió. Era un hombre con una personalidad arrolladora, un carisma tremendo, no he visto jamás en política a una persona con esa convicción que él era capaz de trasmitir. A mí me cautivó.
-¿Por qué cree que dimitió?
-Por la descomposición de UCD. No aguantó más después de aguantar mucho en el cambio de un régimen a otro en medio de presiones políticas, sociales, terroristas y de todo tipo, sin olvidar otros intentos de involuciones golpistas. Si además quienes tienen que acompañarte en ese camino empiezan a hacer capillas, a darte la espalda, pues es difícil continuar. Recuerdo que en el Congreso de Mallorca en el que él dimite y al que yo asistí, tuve la oportunidad de hablarle, porque entonces yo fumaba y salí a fumarme un cigarrillo y lo encontré solo por los pasillos. No dude en decirle que me había frustrado y que pensaba que había traicionado lo que representaba UCD. Como respuesta me dio un abrazo y me dijo que algún día todo se sabría.
-¿Fue el golpe una vacuna definitiva contra los golpistas que consolidó la democracia?
-Sí, consolidó la democracia. El Ejército no se sumó, eso fue evidente y determinante para que el golpe no prosperara. Además, hizo que desapareciera la derecha más extrema. La Democracia se hizo más fuerte y logramos alcanzar los mejores años de toda nuestra historia como país. Afortunadamente, hoy día y desde hace muchos años tenemos un Ejército ejemplar, que cada día motiva más aprecio entre la ciudadanía, y tenemos también una sociedad civil muy fuerte. Una cosa es que nos tiremos los trastos políticamente a la cabeza y otra que no sepamos dónde estamos, porque tenemos unos mínimos fundamentales y lo que hemos ganado de Democracia, de libertad y riqueza material también.
-¿Fue más serio de lo que hoy creemos o fue un golpe de opereta?
-Fue un momento gravísimo al que afortunadamente no se unieron los que podían hacer daño, dejando solos a los de la opereta. Al fin y al cabo, Tejero fue un remedo de golpista. Con la perspectiva de hoy en día aquello se ve como una opereta pero podía haber sido mucho más grave sólo si se hubiera escapado una bala contra algún parlamentario en el Congreso. Para mí hubo dos imágenes principales: Una denigrante, cuando intentaron doblegar a Gutiérrez Mellado, y otra, muy valiosa, que fue la actitud de Adolfo Suárez.
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