El tiempo era la mejor medicina. Bueno, el tiempo, la familia, el cariño cercano y la reflexión.
La falta de todos estos factores condenó al novillero melillense a un período complicado. Cumplió, eso sí, sus compromisos en Las Ventas y en La Malagueta pero había que tomar una decisión de futuro inmediato de corto, cortísimo plazo: Cortar la temporada. No hay quien ponga en duda la entrega del melillense –que le pregunten a su apoderado por Adolfo en aquel festival veraniego en El Escorial- pero tampoco hay quien dude de su desgaste físico y psíquico, que no se sabe qué es peor.
Sus mejores valedores, admiradores y, además, hermanos dicen que Adolfo mejora fundamentalmente en su estado de salud. Su familia y Málaga –de cuya Escuela Taurina presume porque puede- se han convertido en la mejor medicina del diestro melillense. A sus 21 años recién cumplidos no sólo ha dado pasos impresionantes en su carrera como novillero debutando en Melilla con picadores, sino que ha podido tomar una decisión que sólo se da en casos de toreros consagrados como José Antonio Morante de la Puebla: un paréntesis.
Se acaba el verano y Ramos se siente bien, se sigue sintiendo torero. Ahora le toca tomar otra decisión también difícil porque la anemia física se terminó pero la otra, la de los sesos, tarda más en curarse. Goza, gracias a su familia y a sus apoderados, de plena libertad para retomar el sendero de Cúchares en las mismas condiciones pero ambas partes le advierten: sin prisas ni empachos, buscando siempre la mejor relación entre torero y ser humano. Esta travesía por el desierto nos muestra un Adolfo más maduro pese a su insultante juventud, un torero con criterio para decidir lo que más le conviene. Los trastos están a buen recaudo, su salud también y sabe que, al menos en Melilla, los aficionados desean su regreso, un regreso sereno y compatible con sus inquietudes, las propias de un chaval de 21 años.
Reyes, su madre, habla, como su hijo, poco, pero su semblante destila tranquilidad porque sabe que el novillero se va librando de sus anemias, que está mucho mejor y que el proceso de toma de la última decisión –volver a los ruedos- viene caracterizado por el sentido de la responsabilidad de Adolfo. No dice –la madre- si quiere que se vuelva a vestir de torero o no, viene a decir que está encantada con el hecho de que el chaval se sienta feliz decida lo que decida. En casa de los Ramos se respira tranquilidad y esperanza.
Puede parecer egoísmo aunque no lo sea pero el que Ramos no haya hecho el paseíllo en la Mezquita del Toreo la última Feria ha sido un verdadero chaparrón en clave de frustración para muchos aficionados, los mismos que jamás han dejado de comprender que Adolfo merecía ese proceso de recuperación y toma de decisiones de futuro. Desean que vuelva a su carrera taurina pero, sobre todo, desean que Adolfo Ramos esté bien y parece que va por buen camino.
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