La familia de la primera víctima mortal a causa de coronavirus en Melilla está pasando un verdadero calvario. Más allá del lógico dolor por la muerte de un ser querido, los allegados de la fallecida han pasado días de angustia por la falta de respuesta de la administración pública, que les ha dejado tirados sin hacerles las pruebas del virus y por tanto sin la posibilidad de que los hijos de la víctima pudieran recibir el consuelo de su padre debido a las medidas de confinamiento.
Tras el fallecimiento, padre, hijos (entre ellos uno de 10 años) y otros familiares han tenido que vivir aislados unos de otros, sin poder apoyarse tras la perdida y sin poder darse un abrazo o un beso por la demora a la hora de hacerles los test de COVID-19.
Nos encontramos en un momento difícil para todos pero la administración también debe ser sensible. Más allá de las frías cifras y de los protocolos de actuación, es preciso que se muestre una especial atención a casos como el que hoy tratamos en las páginas de nuestro periódico
Es inadmisible el retraso que se ha producido en la realización de estas pruebas, que finalmente se hiciero ayer a última hora de la tarde, y el estado de ansiedad que se ha provocado de manera innecesaria a esta familia.
Estamos viviendo tiempos terribles, de temor e incertidumbre pero también estamos siendo testigos de actos de bondad y solidaridad que ayudan a sobrellevar el trance. Los políticos deben tomar nota de estos gestos de la sociedad y ser también amables y cuidadosos con aquellos que han sido golpeados directa y brutalmente por la pandemia. No podemos dejar que esta crisis nos deshumanice.