La Delegación del Gobierno anunció ayer la salida a la península de un grupo de ochenta inmigrantes, solicitantes de protección internacional, acogidos en la Plaza de Toros. Aunque su titular, Sabrina Moh, ha querido desvincular el repentino traslado de la explosión de violencia que dejó el motín del miércoles en el Centro de Estancias Temporal de Inmigrantes (CETI) sus argumentos son de difícil digestión y envían un mensaje claro a los que se quedan en Melilla: si queréis salir de aquí, tendréis que liarla.
¿Por qué han tenido que esperar en la Delegación del Gobierno a que explotara el CETI para tramitar el traslado a la península de personas que tienen aprobado su expediente de asilo? ¿Se hicieron las gestiones oportunas antes del motín? O el mismo día del motín cayeron en la cuenta de que hay que descongestionar el CETI y hay que hacerlo ya.
La delegada del Gobierno dice que sí, que se venía negociando con tiempo, pero mira por dónde hasta que no reventó todo, la cosa no cuajó. Esto huele a concesión y lo peor de todo es que las instituciones españolas están cediendo en algo que, por derecho, corresponde a los solicitantes de protección internacional. Cabe entonces pensar que estábamos privando a esos refugiados de ese derecho. ¿Por qué?
Es evidente que con esto la Delegación del Gobierno busca hacer hueco en la Plaza de Toros para descongestionar un CETI que está en pie de guerra. Ahora el problema no es sólo que las ONGs de la península estén saturadas. Los CIES se cerraron en marzo y entonces se dijo que no volverían a acoger a migrantes hasta que no abrieran las fronteras de los países de origen y hubiera una perspectiva real de retorno.
Muchos de los que pisan la península son puestos en libertad. Este tipo de noticias vuelan. Los que están atrapados en Melilla deben saberlo, pero desgraciadamente tienen que hacerse a la idea de que esto va para largo. Nadie entenderá en Europa que la Delegación del Gobierno de Melilla llene un barco de migrantes no solicitantes de asilo y los traslade a Málaga o Almería, donde cabría la opción de quedar en libertad.
Con el pretexto del coronavirus, el CETI de Melilla se va a convertir en una prisión. No se van a respetar los tiempos de estancia y al final, los migrantes desearán no haber saltado nunca la valla; no haber entrado nunca en lo que Marruecos, con el cierre de la frontera más importante de África, ha convertido en una cárcel.
Y en medio de todo este caos, tenemos que hacer frente a la muerte de un niño magrebí, intentando subir a nado a un barco para viajar de polizón a la península. Otra vida más truncada. Se acabaron para él, los sueños, las esperanzas y las ilusiones. No habrá ni risa ni llanto. En Melilla acabó su aventura europea y el suyo no es un caso aislado. Nos estamos acostumbrando a que los menores extranjeros no acompañados mueran y a que no pase nada. Nos estamos acostumbrando a que sólo nos duelan las muertes de los nuestros; de nuestra gente; de las personas que conocemos; de aquellos a los que saludamos.
La Delegación del Gobierno llega tarde, para variar. Llevamos semanas hablando del estado de ánimo de los vecinos de la Plaza de Toros y de los residentes del CETI. Pero las cosas de palacio van despacio. Hace una semana tuvimos un salto a la valla. Entraron 30 subsaharianos, pero lo intentaron 300. ¿De verdad creéis que no lo van a volver a intentar? Volverán y la Delegación del Gobierno debería saber que tal y como está el CETI, con los ánimos como están, lo mejor es no jugar a eso de “donde come uno comen dos”. Hay que descongestionarlo todo, porque los que hoy están en el Gurugú, mañana entrarán en Melilla, vivos o muertos.
¿Cómo es posible que a estas alturas España no haya sido capaz de devolverle a Marruecos a las personas que quedaron atrapadas en la ciudad? Estamos en una situación de emergencia. Hay entre ellos gente que, además, está deseando reunirse con los suyos. ¿Se han hecho las gestiones? ¿Se ha avanzado algo en la posibilidad de repatriar también a todos los marroquíes a los que se les ha denegado el derecho al asilo? ¿Se ha vuelto a hablar de la posibilidad de enviar de vuelta a casa a los menores de edad con familia en ese país?
No creo que se haya avanzado mucho: ni en esto, ni en nada. Llevamos un mes de agosto terrible. En una semana han muerto dos inmigrantes, hay tres heridos y 33 detenidos. Con un nivel de estrés tremendo como el que tenemos todos hoy en Melilla yo no plantearía la posibilidad de seguir hacinando migrantes en el CETI. Aquello volverá a estallar y al final, la Delegación el Gobierno conseguirá que el odio al inmigrante, al que sufre, al diferente cale aún más en nuestra ciudad.
Quienes han tenido la desdicha de nacer en un país pobre o en un país en guerra o en un país con hambre hoy se enfrentan a la paralización que impone el coronavirus. La vida que soñaron tendrá que esperar y no hay nada como tener que esperar donde uno no quiere esperar. Están atrapados en nuestra ciudad y esto va para largo.
Nuestros problemas irán a más. Vamos en un barco a la deriva. Aquí las decisiones se toman cuando no queda más remedio. No se meditan. No vemos anticipación. Nuestros políticos van a rebufo de la situación; se los come el día a día. No están preparados para esto (ni para algo más light). Crucemos los dedos para que no tengamos otro salto masivo a la valla porque nos pillará sin recursos y lo que es peor: sin ideas.
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