Con la recogida de las credenciales de los tres parlamentarios reelectos por Melilla se cierra hoy un proceso electoral que, a diferencia del acontecido hace seis meses, ha sido ejemplar en su desarrollo, salvo por unos datos de abstención que han retrotraído a la ciudad a las elecciones generales de 2004, cuando la pasividad electoral de los melillenses también se situó 20 puntos por encima de la media nacional.
Sin embargo, en estas elecciones el comportamiento electoral no ha sido el mismo que hace ocho años, porque en realidad, salvo en los colegios donde se concentra el voto mayoritario a favor de CpM, en el resto de la ciudad la abstención se sitúa en un 41,7%, es decir, en 6 puntos respecto de una media total en Melilla, causada por la menor participación de los electores de los distritos IV y V, donde la abstención alcanzó una media del 63,63%, tal cual señalábamos en nuestra edición de ayer.
Antes de continuar, tengo que agradecer al periodista, Fernando Belmonte, mi politólogo de cabecera (permítanme la licencia), que haya realizado un primer y pormenorizado análisis de los resultados en Melilla y sus comparativas con respecto a las elecciones generales de hace cuatro años y las autonómicas de hace seis meses, para, de entrada, ponerlo a mi disposición y ayudarme en esta difícil tarea de interpretar el comportamiento de los melillenses en un proceso electoral.
Confieso que sin él me habría costado todo el trabajo muchísimo más y que, posiblemente, no habría llegado a tantas comparaciones y conclusiones como he podido manejar en estos días gracias, sobre todo, a la colaboración que Fernando me ha prestado.
Tras las elecciones hay quien quiere señalar su invalidez por la alta abstención, que en realidad aún siendo alta no es la mayor que se registra en unas generales en Melilla. En los comicios repetidos del 89 y nuevamente celebrados sólo en nuestra circunscripción, en marzo del 90, la abstención fue superior en un punto al 47% de estas últimas generales. Aún así, no estuvo como en 2004 en 20 puntos por encima de la media nacional. Es más, puestos a ser precisos, el pasado domingo nos faltaron unas décimas para superar tan penoso registro, porque en realidad la diferencia de participación de los melillenses con el resto de los españoles fue, exactamente, del 19,86%.
Lo anterior lo señalo para dejar claro que en Melilla siempre hay una abstención recurrente y en un alto porcentaje en los comicios generales. Pero, en estos, cuando tras varias convocatorias parecía haberse roto la atonía electoral, ha vuelto a registrarse un menor nivel de participación, fundamentalmente por la llamada a la abstención de CpM que, aún circunscribiéndola a lo que vino a llamar abstención activa, es decir, por el voto en blanco, no supo, por falta de pedagogía o lo que fuese, hacer llegar con exactitud a su fiel electorado.
Por tanto, es en gran parte el votante afín a Coalición por Melilla el que se abstiene el pasado 20N y favorece la enorme debacle del PSOE.
La abstención no ha golpeado al PP sino que ha sido unidireccional contra un Partido Socialista que ha vuelto, mal que le pese, a los tiempos del ‘losco’, como decía el exdelegado del Gobierno Manuel Céspedes, para referirse a la época del Bloque Localista de Melilla, que formó CpM con el PIM del tránsfuga del PP, Enrique Palacios, y los tránsfugas a su vez del GIL. Nuevamente, nos remontamos muy atrás, a las generales del 2000, en las que el PSOE sacó aún menos votos en cifras y porcentajes que los logrados el pasado domingo, aunque en cuantías muy próximas a las de estas últimas elecciones.
Como decía Imbroda hace unos días, de unos resultados electorales pueden hacerse muchas lecturas y análisis. En este Diario, durante tres días, hemos expuesto muchas conclusiones y comparativas, pero lo que no puede negarse, aunque haya quien no quiera admitirlo, es que ha habido un comportamiento histórico y masivo a favor del PP que no se puede ningunear, por mucho enroque en interpretaciones retorcidas por parte de algunos.
Más que la abstención, lo que tendría que preocuparnos es el comportamiento polarizado que se ha producido y que tampoco es nuevo. Se sucede desde que surgiera CpM en el panorama político local en el año 95. Su influencia en unas elecciones es determinante desde entonces, se presente o no, porque su electorado más fiel sigue sus consignas sean las que sean. Y a veces, como en mayo pasado, no admite los resultados, con protestas no exentas de relativa violencia, o con intentos vanos de impugnaciones judiciales que, al final, sólo logran perjudicar a Melilla y ralentizar el funcionamiento de nuestras instituciones democráticas.
Esta conclusión no debe servir sin embargo para atacar frontalmente a CpM y pasar página. Si ocurre es porque existen circunstancias que lo promueven y ahí es donde el PP, como partido más votado, está llamado a tomar medidas, en aras a promover la mayor igualdad y justicia social que, de una vez, acabe con una polarización política que, en su carga identitaria añadida, puede ser muy perjudicial de cara al futuro.
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