Como todas las primaveras, algunos bandos de abejarucos europeos (Merops apiaster) se encuentran estos días en la ciudad descansando y aprovisionándose antes de reemprender su ruta hacia el lugar elegido para anidar. Viajan desde muy lejos, de sus cuarteles de invierno en el África tropical, para llegar a zonas más templadas, donde establecerán sus colonias de cría aprovechando los meses cálidos del año. Muchos de los abejarucos que llegan a Melilla descansan en las huertas abandonadas próximas al río de Oro a la altura de los depósitos de la Shell. A pesar del gran deterioro que han sufrido y continúan sufriendo esas antiguas huertas, donde se están vertiendo escombros de forma descontrolada, la fertilidad de las tierras aluviales hace que cada primavera esta zona se vuelva a llenar de flores silvestres de todas las especies, que atraen con sus colores y su aroma a infinidad de insectos y, por supuesto, a las abejas, precisamente las presas preferidas por los abejarucos. Esta es la razón principal de que cada año estas aves elijan esa zona de Melilla para su descanso y aprovisionamiento, antes de seguir viaje hacia el norte.Posaderos y atalayas.
En estas huertas, entre escombros y montañas de neumáticos usados, subsisten aún muchos limoneros y otros frutales cultivados en su día; estos árboles no muy altos son un posadero ideal para los abejarucos, pues les ofrece la posibilidad de localizar a las abejas entre las flores y cazarlas al vuelo para regresar a su atalaya con un trayecto muy corto. Prefieren posarse en las ramas secas, para que las hojas nos les obstaculicen la visión, y poder localizar a sus presas desde allí. Esta preferencia por las ramas desnudas hace que con frecuencia se agolpen en la misma rama varios ejemplares; las reuniones de abejarucos pegados unos a otros, teniendo en cuenta el colorido de sus plumajes, son un objetivo preciado para cualquier fotógrafo de naturaleza; el interés está justificado, pues es un espectáculo natural incomparable, un arco iris vivo.
Estas reuniones tan nutridas de abejarucos atraen irremediablemente a los predadores; no es difícil observar a los cernícalos intentando dar caza a algún abejaruco en los lugares donde el grupo descansa, provocando momentos de gran revuelo entre las aves, que con sus fuertes trinos intentan avisar a las más despistadas. Las continuas pasadas y picados de los cernícalos no dejan lugar a dudas, su objetivo son los abejarucos. Como solución ante el hostigamiento de estas rapaces, los abejarucos optan por buscar refugio en árboles más altos y frondosos, donde se mantienen ocultos hasta que cesan los ataques.
No hace muchos años los abejarucos criaban en el entorno rural de Melilla, pero hoy en día eso es prácticamente imposible: El abejaruco construye sus nidos en las paredes arenosas de los cauces de arroyos y ríos; en ellas, excava un estrecho y profundo túnel más o menos horizontal que termina con un ensanchamiento donde alberga a sus crías. Antaño, los arroyos de Melilla cumplían con los requerimientos de estas aves para anidar, pues estaban flanqueados por paredes naturales de arena o limo aluvial. Hace algunos años, y a expensas de una política de regularización de cauces totalmente desfasada, los arroyos de Melilla terminaron encorsetados entre dos anchos muros de cemento desde el punto de entrada en nuestra ciudad hasta su desembocadura. Una obra faraónica que de seguro hizo las delicias de las empresas que vendieron el cemento y construyeron los muros, pero que eliminó irreversiblemente la posibilidad de una restauración natural de las riberas de dichos arroyos. En los muros de cemento, claro está, es imposible para un ave excavar una galería, así que ese fue el final de las colonias de abejarucos que cada año criaban en arroyos como el de Alfonso XIII o Mezquita.
Teniendo en cuenta la experiencia de otros años, a mediados de mayo ya no quedará ningún abejaruco en nuestra ciudad, y habrá que esperar a la primavera próxima para volver a disfrutar de su espléndido colorido. Ojalá las huertas que les han servido de descanso este año no sean engullidas finalmente por los escombros y sigan siendo elegidas por estas aves para su estancia en Melilla el año que viene.
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