U N estudio del Instituto Elcano identificó hace cuatro años el riesgo que supone para Melilla y Ceuta un notable incremento de la población que no ha ido acompañado de crecimiento económico, sino de todo lo contrario.
A los empresarios locales no les duelen prendas a la hora de reconocer que hoy estamos peor que nunca. Pero el problema no tiene sólo un origen económico, sino también demográfico, según este estudio.
Le dan la razón las series anuales del Instituto Nacional de Estadística, que demuestran que en el periodo comprendido entre 2008 (inicio de la crisis en la península) y 2018 se produjo un aumento de población en Melilla que no se corresponde con lo que ha pasado en el país: el padrón de nuestra ciudad creció desde los 71.448 habitantes hasta los 86.384 censados.
En el otro lado de la balanza está la mitad de España que a día de hoy sigue perdiendo población: el número de habitantes bajó en 24 provincias al cierre de 2018, informa El Economista.
Por el contrario, en los últimos diez años en Melilla hemos ganado 14.936 residentes, mientras en el mismo período de tiempo nuestro PIB se ha contraído al pasar de una renta per cápita (indicador que mide la riqueza de los ciudadanos) de 19.546 euros que teníamos al concluir el año pasado a los 18.007 euros con que cerramos el ejercicio 2017.
Hay que añadir que en pleno periodo de retroceso económico local entre 2008 y 2018 se duplicó el número de extranjeros con residencia legal en la ciudad, al pasar de 6.472 a 13.501 en ese período.
La mayoría de ellos son marroquíes (12.191 el año pasado, frente a 6.472 en 2008): representan el 90% del total de residentes de otra nacionalidad radicados en la ciudad.
El informe ‘Relaciones España-Marruecos’, coordinado por Haizam Amirah Fernández, concluye que el incremento de población en Melilla y Ceuta pone en riesgo la estabilidad social y política en ambas autonomías, pero en su opinión, la situación es más delicada aquí ya que en nuestra ciudad es donde se ha producido una mayor explosión demográfica y donde hay mayor dependencia del ‘comercio atípico’.
Pesan además en contra la presión migratoria y el hecho de no pertenecer a la Unión Aduanera, a lo que se opone Marruecos “por razones estratégicas” ya que una mayor integración de Melilla y Ceuta en Europa traería consigo “implicaciones geoeconómicas y geopolíticas”. Digamos que esto de alguna forma blindaría nuestra españolidad y, por tanto, nuestra europeidad.
El estudio señala además que en pocos años la población hispana será minoritaria primero en Melilla y luego en Ceuta y esto puede desembocar en conflictos étnico-religiosos que este estudio estima que ya se están expresando electoralmente, con la concentración del voto cristiano en un partido y el musulmán, en otro.
El informe del Instituto Elcano señala la urgencia de buscar alternativas económicas a las dos ciudades autónomas en el corto plazo ya que pese a ser los territorios que más dinero público reciben, son los que acumulan mayor tasa de desempleo a nivel europeo.
Hasta ahora, la viabilidad económica de Melilla y Ceuta dependía de su régimen fiscal especial, la generosidad del empleo público y la no pertenencia a la Unión Aduanera. Tan mal estamos hoy que es obvio que esta fórmula ya ha caducado.
Si como dice este informe el problema es el crecimiento desmesurado de la población, habría que al menos poner más control en el padrón municipal.
Un conocido me contaba que él estuvo casi cinco años empadronado en una casa de alquiler en la que sólo vivió un año. Nadie lo sacó del censo hasta que él mismo se cambió. No lo hizo antes porque prefería seguir yendo al centro de salud zona Centro en lugar de cambiarse al de Cabrerizas. ¿Cuántas personas estuvieron empadronadas en esa casa a la vez que él? ¿Alguien se dedica a controlarlo?
Una cosa es el crecimiento natural de la población y otra, muy distinta, el trapicheo de empadronamientos para conseguir la residencia legal en Melilla.
Muchos de los que han llegado a la ciudad durante la crisis eran melillenses que hasta que la economía española saltó por los aires vivían en Barcelona, Valencia, Murcia, Almería o Madrid. Ellos hicieron cálculos y se dieron cuenta de que los 800 euros que les daban de paro rendían más en Melilla y decidieron regresar. Aquí luego tuvieron derecho a alguna de las muchas ayudas sociales que no son fáciles de obtener, pero tampoco imposibles de conseguir.
La cultura de la subvención nos mata. Puede parecer que estamos en un callejón sin salida. La solución no es fácil, pero habrá que tener en cuenta lo que dicen los expertos a ver si salimos a flote.
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