Dentro de una semana, a estas mismas horas, ya llevaremos un buen rato reflexionando. Habrá concluido la campaña electoral tras 15 días de discursos y actos animando al voto.
Y ése será nuestro primer motivo de reflexión: ¿Debemos participar en estos comicios? Si nos dejamos llevar por los mensajes de los candidatos, la respuesta está clara. En España todos los partidos políticos han defendido de manera unánime la necesidad de una participación mayoritaria por parte de los ciudadanos. Sin embargo, si hay una tendencia clara en los últimos años es justamente la contraria. En 2009 la abstención en nuestro país fue del 55,1%, más que cinco años antes, cuando en 2004 llegó al 54,86%. Los motivos por los que más de la mitad de los ciudadanos han dado hasta ahora la espalda a estos comicios son los mismos hoy que hace diez años: El desinterés y la incomprensión por los asuntos europeos. Esta vez además hay que sumar la crisis económica, que ha llevado a muchos políticos a buscar unos socorridos ‘enemigos’ en la UE para evitar reconocer los errores propios; con lo cual se ha generado aún más desconfianza, desinterés o animadversión en la población hacia las instituciones europeas.
Además, este sentimiento de desapego no se puede combatir en nuestro país con campañas animando al voto. La Junta Electoral considera la abstención como un derecho que tienen los ciudadanos y que debe ser protegido. Por lo tanto los poderes públicos, entre ellos la Oficina Española del Parlamento Europeo, no puede violentarlo con publicidad animando al voto.
Tampoco anima a acudir a las urnas el desconocimiento general de la población sobre las instituciones europeas. Y mucho menos aún alienta a acudir a los colegios electorales el enfrentamiento de legitimidad entre el Consejo Europeo y la Comisión Europea, ni la sumisión de la segunda al primero.
Por otra parte, si algo está claro es que la Unión Europea influye cada vez más en la política nacional y local. Sin embargo, los ciudadanos no acaban de entender cómo pueden influir en la Unión Europea.
Tampoco ayudan a entender el valor de esta organización internacional los debates en clave de política nacional o local. De hecho, existe un desconocimiento casi absoluto de los candidatos a la Presidencia de la Comisión Europea. Quizá algunos votantes sepan reconocer los rostros de los aspirantes, pero muy pocos conocen su trayectoria política, datos de su biografía o qué ideas llevarán a la práctica si son elegidos por el Parlamento Europeo.
Tal vez, antes de solicitar el voto a los ciudadanos, los candidatos deberían haber aunado esfuerzos para explicar a la población en general por qué debería acudir dentro de una semana a introducir su papeleta en las urnas.
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