EL Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación entre el Reino de España y el de Marruecos se firmó en Rabat en 1991, durante la presidencia de Felipe González, pero no salió publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE) hasta el 26 de febrero de 1993: dos años después.
Esta semana Coalición por Melilla (CpM), el principal partido de la oposición, ha anunciado su intención de presentar una moción en la Asamblea de Melilla para conseguir que el Gobierno local apoye la iniciativa y presione al Ejecutivo central para renegociar las condiciones establecidas en ese acuerdo, a raíz de que Marruecos cerrara de forma unilateral la Aduana de Beni Enzar, causando un perjuicio de al menos 100 millones de euros al año a la ciudad, según las cuentas que maneja la el Ejecutivo local.
El artículo 10 de ese Tratado de 1991 habla de que Madrid y Rabat se comprometen a promover el estudio de sus respectivas legislaciones, especialmente en materia comercial y empresarial para “facilitar la cooperación entre empresas y la integración de sus respectivas economías”.
Es muy vago, pero digamos que el espíritu es no joder la economía del otro, cosa que Marruecos, como todos sabemos, se saltó a la torera el pasado 1 de agosto.
Dos meses después todos intuimos que no hay marcha atrás con el cierre de la Aduana y quienes en esta ciudad se dedican al comercio lo tienen más claro que el agua.
Ese mismo artículo 10 del Tratado de Buena Vecindad aborda también el interés mutuo de los dos países en “prestar particular atención a la lucha contra el terrorismo, la delincuencia organizada y el narcotráfico” que es, en la práctica, probablemente de las pocas cosas que funcionan. No digo que vaya bien o mal, pero hay cooperación en ambos sentidos.
En ese mismo Tratado se habla de celebrar reuniones de alto rendimiento, las famosas RAN, que ya son agua pasada. Con el Gobierno de Mariano Rajoy se dejaron de celebrar y si se retomaron fue en la clandestinidad. Una pena, porque ese foro anual servía para plantear diferencias, limar asperezas y arañar pequeñas victorias.
Cuando España y Marruecos firmaron el Tratado de Buena Vecindad de 1991, a nuestro país ni se le pasaba por la cabeza que llegaría a ser el primer socio comercial de Marruecos durante 6 años consecutivos como lo somos ahora, tanto en importaciones como en exportaciones. En 2017 los flujos comerciales entre ambos países superaron los 14.000 millones de euros. Hemos desbancado a Francia.
Personalmente soy partidiaria de renegociar el Tratado, pero eso sería poco menos que pedirle al Gobierno que respaldara a Melilla y pusiera los güevos encima de la mesita del té del gobernante de turno en Marruecos.
Todos sabemos que no lo hará. Por algún motivo seguimos tratando a Marruecos de usted, pese a las puñaladas traperas que nos pega cuando le viene en ganas.
Ahora el chaparrón le está cayendo al Gobierno de Pedro Sánchez, pero para nadie es un secreto que con el PP de Mariano Rajoy habría sido más de lo mismo.
Con Pablo Casado no me puedo aventurar a dar nada por seguro. Los jóvenes son impetuosos y aunque el líder popular está bien asesorado y tiene convicciones firmes, una cosa es la oposición y otra muy distinta gobernar desde la Moncloa.
Hasta esta propuesta de CpM, el PP tenía contra las cuerdas al PSOE con el discurso antimarroquí y el cierre de la Aduana, pero Aberchán ha adelantado por la derecha con una propuesta que obligará a todos a retratarse.
No sabemos qué cambios quiere proponer CpM porque en principio, no ha dado muchas pistas: se ha limitado a hablar “denominadores comunes”, que es cierto que los tenemos, y “coordenadas que garanticen la convivencia”.
Tenemos que llevarnos bien con Marruecos. Eso es una realidad, pero cuentas claras, conservan amistades. Me gusta lo de renegociar el Tratado de Buena Vecindad, aunque no estoy segura de que sea viable.
Se necesitaría un Gobierno fuerte en el Congreso que no sea ni dependa de Podemos porque Marruecos renegará de propuestas hechas por un partido pro saharahui. En todo caso, Aberchán ha exhibido músculo y se ha puesto por delante. A los demás no les queda otra que ir a rebufo. Quien se oponga, admitirá que somos moneda de cambio. Quien lo apoye se decantará por una quimera.
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