Opinión

¿A quién le puede interesar que gobierne Puigdemont?

Solo al PP y Junts les puede interesar que Puigdemont sea Presidente de Cataluña. Al primero, para seguir deslegitimando a la actual mayoría progresista que gobierna España y a la derecha catalana para seguir manteniendo un “procés” que ya todo el mundo da por concluido. Personalmente, a Feijóo, mantener viva la llama del independentismo le da votos, tan o más que mantener vivo el fantasma de ETA. Un relato del que depende su propia supervivencia, cuya última prueba de fuego en esta legislatura serán las elecciones europeas.

Ya hemos visto unas elecciones catalanas en las que estratégicamente no tocaba hablar de la Ley de Amnistía, a pesar de estar en pleno trámite parlamentario. Lo lógico hubiera sido pivotar la campaña del PP entorno a esta medida que forma parte esencial de su discurso en el resto del país. Pero electoralmente no tocaba en un territorio en el que es apoyada por el 80% de sus ciudadanos. Había que mimetizarse con el discurso antiinmigración de la ultraderecha, sin duda, más rentable y que conecta mejor con los intereses nacionales de un PP que ya casi no se diferencia en nada de Vox. El PP de Aznar y Ayuso.

A Puigdemont, si cumple con lo anunciado, su improbable investidura es lo único que le separa de abandonar definitivamente la política activa. Aunque todos sabemos que su independentismo se ha basado tácticamente en un continuo huir hacia adelante. Un independentismo irreal que confunde persona y nación, y nación y partido, hasta el punto de no saber respetar el tiempo del que todavía era presidente de la Generalitat, Aragonés.

Desde que las mayorías independentistas condicionaran la resolución de los problemas a “romper con España”, encontrando su alter ego en el “España se rompe” de la derecha española, el debate político en Cataluña y, por ende, en el resto del país, ha dejado de adentrarse en la difícil resolución de problemas sociales que cada vez son más complejos. Un porcentaje importante de los jóvenes que se han incorporado a votar han sido seducidos por los cantos de sirena de la extrema derecha. Si de verdad queremos apagar el fuego del odio de una década de conflicto catalán, son necesarias políticas transformadoras que solo puede garantizar un Gobierno de la Generalitat presidido por Salvador Illa.

Ya en campaña, la mayoría de los candidatos han hablado de mejorar los servicios públicos y de reivindicar lo que en el pasado había sido el orgullo del catalanismo, cuando los servicios catalanes eran su carta de presentación en el resto de España y en el mundo. Los años de desconfianza, las puñaladas dialécticas y descalificaciones hacen difíciles los acuerdos a largo alcance y una mirada generosa. Puigdemont y el españolismo rancio de la extrema derecha son la vía muerta de confrontación que definitivamente debe abandonarse en Cataluña, por el bien de esa comunidad y de todo el país.

Volviendo al principio, ¿a quien más que a Junts y al PP les puede interesar seguir con la política de confrontación? Una confrontación que solo ha servido para alimentar a la extrema derecha y las posiciones más radicales del independentismo. En tiempos de polarización y crispación política, los demócratas tenemos puesto todas nuestras esperanzas en que Cataluña pase de ser el problema a ser la solución. Evidentemente, todo pasa porque esa Comunidad recupere la senda de la equidad y de las políticas progresistas que la mayoría de los catalanes han votado. La senda del acuerdo, el pacto y la convivencia.

Mientras Feijóo se afana en no renunciar al relato de que Pedro Sánchez está entregado a los independentistas, sentenciando ante la cúpula del PP que el “procés” no ha muerto, aun contradiciéndole su propio líder en Cataluña; un ERC claramente derrotado en las urnas convulsiona y la mayoría de sus líderes, o dan un paso atrás, o se decantan por el mal menor de investir a Illa; y el presidente del Gobierno de España ha dejado claro que cierra cualquier posibilidad de que Puigdemont gobierne. Tan solo al líder independentista le dan los números para ser investido. Curiosamente igual que a Feijóo en su investidura nacional. Ese es un futurible tan mágico como fue la proclamación unilateral de independencia de Cataluña en 2017. Fin de la historia.

Ahora toca hablar de futuro de progreso de catalanes y del resto de españoles. De que Cataluña vuelva a situarse en la vanguardia pedagógica, sanitaria, social, urbana y de equilibrio ecológico del país, que es la imagen que todos teníamos de esta región antes del “procés”. Que Cataluña vuelva a ser uno de los motores industriales y culturales. Esa Cataluña, esa España, solo pueden ser lideradas por Salvador Illa y Pedro Sánchez.

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