He leído con interés la entrevista del ministro de Exteriores marroquí, Nasser Burita, a la agencia EFE en la que el canciller de Marruecos se pregunta si España va a sacrificar la relación bilateral por el caso Brahim Ghali, en alusión a la hospitalización en Logroño del líder del Frente Polisario, enfermo de COVID-19.
Lo primero que vamos a preguntarnos es a qué relación bilateral se refiere el ministro de Exteriores de Marruecos. ¿A la que Rabat puso en peligro cuando en el verano de 2018 cerró unilateralmente la Aduana comercial de Melilla? ¿A la que arriesgó en enero de 2020 cuando aprobó en su parlamento leyes con las que se adjudica aguas de Canarias? ¿A la que pone en entredicho cuando se niega a recibir de vuelta a sus menores no acompañados? ¿A la que amenaza cuando hace la vista gorda dejando salir pateras y narco-lanchas en avalancha hacia las costas españolas o cuando prohíbe a los empresarios de Melilla y Ceuta exportar mercancías a Nador o Tetuán? ¿A la que se ha marcado como objetivo asfixiar a las ciudades autónomas para que rueguen de rodillas formar parte de un país pobre y autoritario? ¿A la que ha cortado los vuelos con España y ha cerrado las fronteras? ¿A la que ha dicho que cuando acaben con el Sáhara irán a por melillenses y ceutíes, porque son marroquíes? Me temo, que quien siembra vientos, cosecha tempestades.
La entrevista a Burita no tiene desperdicio, pero hay una parte que no podemos pasar por alto y es cuando el canciller marroquí nos toma por idiotas y desvela que el líder del Polisario salió del Sáhara en avión privado, mientras los niños saharauis no tienen gel hidroalcohólico ni mascarillas en los campamentos de Tinduf.
Bueno, qué nos cuenta este ministro. ¿Con quién se cree que está hablando? ¿Qué hay de los miles de niños marroquíes que emigran cada año intentando huir de su país porque no tienen un futuro asegurado en él? Mientras tanto, Mohamed VI se compra un palacete en París o navega a cuerpo de rey en sus fabulosos yates. No hay dudas: este señor ve la paja en el ojo ajeno, pero es incapaz de percibir la viga en el propio.
Decir a estas alturas que la relación bilateral entre España y Marruecos hace aguas por la ayuda humanitaria que nuestro Gobierno, independiente y soberano, presta a un líder saharaui es más que una tomadura de pelo. Es una amenaza en toda regla y eso puede que ya no se estile ni siquiera en las cábilas, imagínense en democracias consolidadas como la nuestra.
Pero el ministro marroquí no se quedó ahí. Su soberbia le ha llevado a subestimarnos exageradamente y a estas alturas nos sale con que la acogida al líder saharaui es un test sobre “la fiabilidad de nuestra relación y su sinceridad”. Es una broma macabra.
Yo le aconsejo que deje la demagogia para los discursos a su gente. Si se la compran, felicidades. Las amenazas ya son letra mayúscula. Marruecos tiene más que perder que España y no está en condiciones de amenazar a un país miembro de la Unión Europea.
Es de juzgado de guardia que nos echen en cara que se hayan tenido que enterar por la prensa de que el líder del Frente Polisario del Sáhara Occidental, un territorio sobre el que no reconocemos la soberanía marroquí, haya entrado en España porque su salud corre peligro.
¿Por dónde creen que nos enteramos los españoles del cierre de la Aduana en 2018? Aplíquese su propia medicina. Como dice el ministro marroquí: “Con los socios no se maniobra por la espalda”.
Y en cuanto a la reciprocidad que pide Marruecos apelando a su rechazo a recibir a independentistas catalanes, no creo que eso sea para sacar pecho. Creíamos que lo hacían convencidos de que de esa forma, mostraban su apoyo a la integridad de España, uno de sus principales socios económicos. A diferencia del Sáhara, que nunca fue marroquí, Cataluña sí es española.
Otra cosa es el reclamo de Marruecos en temas migratorios. Me sonroja el ministro Burita cuando dice que Rabat no puede ser el gendarme de Europa; que las migraciones necesitan un tratamiento global y que la colaboración no puede limitarse a un intercambio de dinero. Uhmmm, la víbora diciéndole a la cobra que no se arrastre.
Sin embargo, creo que salvando este último detalle financiero, que Marruecos no debería ni mencionar, me parece que es lo único sensato que dijo este maestro de la demagogia en toda su entrevista.
Estamos de acuerdo en que el control de las migraciones parte del desarrollo de los países más pobres. Son muy pocos los migrantes que salen de su tierra en busca de aventuras. La gente emigra porque necesita comer. Así es que si fortalecemos la cooperación al desarrollo y colaboramos con la paz en zonas conflictivas como el Sahel, tendremos menos flujos migratorios. Y habrá menos aún si además hacemos controles fiscales que acorralen la economía sumergida al menos en los países más atractivos para los emigrantes. Si no hay trabajo, la gente desiste. Pero mientras exista un mercado paralelo que cree empleos en B, seguiremos teniendo trabajadores irregulares.
En todo caso, no podemos obviar que Marruecos es un país de tránsito y sigue sin una ley de asilo que garantice la acogida a quienes huyen de la guerra, el hambre o la persecución política. Por tanto, no puede darle lecciones a nadie en temas migratorios.
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