Un sirio experto en religiones monoteístas afirma a El Faro que la mayoría de compatriotas que llegan a la ciudad son de etnia gitana y que han recibido ayuda en Líbano, Egipto o Nador.
Más de 600 sirios conviven en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Melilla (CETI). Entre ellos hay de todo: Policías, dentistas, empresarios, profesores y obreros. Si por algo se distinguen del resto de residentes del CETI es por su poder adquisitivo: Los sirios viajan en taxis, pagan abogados para recurrir sus cartas de expulsión de España y tienen ‘smartphones’ con ADSL.
Algunos atribuyen su solvencia económica a los ahorros de toda la vida en Siria; otros confiesan que tenían oro y que lo vendieron para escapar de la guerra y poder llegar a Melilla. Sin embargo, uno de los integrantes de este colectivo, K. A., asegura que en el CETI sólo hay 15 sirios “de verdad”, cuatro kurdos y que el resto son “sirios gitanos”. Según este profesor, experto en religiones monoteístas, el dinero que tiene la mayor parte de los sirios de etnia gitana que llega a Melilla lo ha conseguido mendigando o gracias a las ayudas que les han dado en Líbano, Egipto y las mezquitas de Marruecos. El hecho de que pertenezcan a la etnia gitana, añade, dificulta la convivencia en el CETI de Melilla, que ayer alcanzó los 2.400 residentes, casi cinco veces su capacidad óptima (480).
Para demostrar que la mayor parte de los sirios del CETI son de etnia gitana, insiste K.A., basta con comprobar que no hablan árabe, sino una lengua similar que tiene influencias hindúes.
La opinión de K.A. sobre la conflictividad de sus compatriotas viene a certificar lo que han denunciado los trabajadores del CETI y los propios inmigrantes subsaharianos del centro, que apuntan al colectivo sirio como el que más problemas está dando en un centro en el que conviven 50 nacionalidades distintas.
Ayer un vigilante de seguridad del CETI señaló a El Faro que los sirios son los únicos residentes del centro que se niegan a acatar las normas de convivencia establecidas y que, sobre todo, llevan mal la prohibición de hacer fuego para cocinar dentro de las instalaciones, la de introducir comida o bebidas alcohólicas en el centro o el deber de respetar la cola del comedor. Además, apuntó que se producen peleas motivadas por casos de robos sólo entre inmigrantes de este colectivo.
Continuar con la vida nómada
En opinión de K.A., los sirios de etnia gitana que han llegado a Melilla no tiene intención de establecerse en un lugar específico de Europa sino más bien, buscan hacer una vida nómada según sus necesidades de comida o dinero. “Es lo que suelen hacer en Siria”, dice.
Este profesor de religión cree que es necesario hacer esta aclaración porque la imagen que están vendiendo estos exiliados, no se corresponde con el “alto nivel cultural” de la población siria en general. Y eso, aclara, lo afirma él, que no es simpatizante de Bashar Al Assad.Tampoco tiene ningún candidato preferido para las elecciones presidenciales de su país del próximo 3 de junio. La política, a estas alturas de la vida, no es lo que más le interesa.
El único sueño de este hombre que se declara sufí (musulmán moderado que ocupa el más alto grado de realización espiritual en el Islam) es poder llegar a Alemania y sacar adelante un negocio que inició en Siria antes de que estallara la guerra. Se trata de una empresa dedicada a estudiar proyectos económicos.
Quiere impulsar este negocio con el ánimo de conseguir dinero y tiempo para su hobby: Comparar las religiones monoteístas a través de los textos de la Biblia, La Torá y el Corán. A partir de ahí, subraya, él realiza películas religiosas en la que busca reflejar la relación de la gente, la vida y la religión.
Fue por eso que salió de la ciudad siria de Racca hacia Argelia, donde pensó establecerse. Sin embargo, abandonó el país al darse cuenta de la ausencia de derechos de la población civil.
Por la cabeza no se le pasa a K.A. quedarse en Melilla. “Aquí no hay nada que hacer. Sólo esperar a que me llegue la salida”, apunta con resignación a El Faro.
A la pregunta de por qué no pide asilo en Melilla, K.A., es políticamente correcto y asegura que tiene decidido viajar a Alemania donde conserva algunos amigos. “Creo que será más fácil pedir asilo allí. Además, en España es muy difícil encontrar trabajo”, recalca.
El periplo desde su Siria natal le ha llevado dos años y medio de vida. Ahora duerme en una habitación con otras 27 personas de varios rincones del mundo y al ser soltero no tiene prioridad en la lista de salidas de inmigrantes a la península. Quizás por eso, denuncia que sus compatriotas, que son trasladados primero porque vienen con la familia al completo, ocultan sus orígenes gitanos.
“Me colé en la frontera sin pagar”
K.A., llegó a Melilla hace dos meses. Según comentó ayer a El Faro no tuvo que pagar por pasar a la ciudad. Se coló entre los miles de empleados marroquíes que cada mañana cruzan la frontera para trabajar en Melilla.
Llegar a la ciudad, solo, sin su familia que aún sigue en Siria, le costó unos 2.000 euros.
Su experiencia en el estudio de las religiones monoteístas le permitió conseguir en Beirut un certificado para enseñar a los niños en las escuelas.
Aunque habla francés y árabe, K.A. pide ayuda a un inmigrante somalí para que traduzca del árabe al inglés. También ayudan a traducir la entrevista con El Faro tres voluntarios Testigos de Jehová que a menudo visitan el CETI para hacer labor proselitista. Estas personas, que no quieren ni fotos ni publicidad, están contentas con el nivel de aceptación que tienen entre los inmigrantes del CETI. “Es gente muy creyente a la que ayudamos porque está muy desolada”, asegura uno de ellos a este periódico.
K.A. ya denunció en un diario de Nador la llegada masiva de sirios de etnia gitana a la frontera con Melilla: “Estas personas en general no trabajan. Sólo quieren salir a la península y marchar a Francia para seguir mendigando”, añadió.
Justo en medio de la conversación con K.A., se acerca un inmigrante sirio que según el experto en religión es de etnia gitana, para denunciar a El Faro que la dirección del CETI no respeta el orden a la hora de los traslados a la península: “Salen personas que llevan cuatro meses junto a otras que llevan un mes”, dijo.
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