A estas alturas

La Plataforma de Empresarios de Melilla está a la espera de que salga una orden que explique qué requisitos tiene que presentar un marroquí en la frontera para poder entrar en nuestra ciudad.
Que a estas alturas haya que estar pendientes de algo que todos deberían tener meridianamente claro, es cuanto menos preocupante. Pero para evitar cambios de pareceres e improvisaciones, lo mejor es que esté negro sobre blanco para que no quede espacio a la interpretación.
Supuestamente cada día entran en Melilla 30.000 marroquíes. Al menos esa es la cifra que se ha hecho pública, aunque nunca se ha especificado si estamos hablando de 30.000 personas físicas o si ese dato engloba a quienes entran dos y tres veces al día. En ese caso estaríamos refiriéndonos a 30.000 entradas y no a 30.000 visitantes.
En cualquier caso es necesario que exista una norma que marque qué documentación hay que presentar en la frontera para acotar las exigencias. Es evidente que vamos tarde. Esa legislación debería estar hecha desde que se abrió Beni Enzar. Pero bueno, así nos las gastamos en Melilla.
Nunca he entendido cómo es posible que quienes vienen a Melilla a beber en las esquinas pasen con éxito el control fronterizo y luego haya familias que intentan entrar a disfrutar de la ciudad y a hacer compras a las que se les ponen pegas en la frontera.
Algo no funciona bien y hay que hacer lo posible para remediarlo porque nuestros comercios están en terapia intensiva y no hay margen de error. No hay más que darse un paseo por las tiendas y los bares para comprobar que la economía no va como dicen y se imaginan los políticos. Ellos van por un lado y el resto va por otro.
A los turistas no se les pueden poner tantas pegas porque la gente quiere gastarse su dinero en paz. Si quieres un par de zapatos en Melilla y tienes toda la calle en obras y tienes que ir andando y dar la vuelta a toda la manzana y no tienes dónde aparcar... al final haces la compra por Internet desde el sofá de tu casa.
Hay que fijar fechas en el calendario que entorpezcan lo menos posible la actividad comercial. Eso no lo puedo decidir yo, sino el comerciante y el político. Ambos tienen que ponerse de acuerdo, de manera que tengamos mejores calles, pero sin hundir los establecimientos de los alrededores.
Con el turismo pasa más o menos lo mismo. Si quieres venir a Melilla y en la frontera te tratan peor que a una mierda, al final te vas a Málaga, donde en los centros comerciales le hacen la ola a la clase media marroquí que llega un fin de semana con ganas de gastar.
En eso nos han comido la tostada y todo porque no apreciamos lo que tenemos. Ya lo decía un comerciante, en Melilla no tenemos turistas altos y rubios. Son marroquíes y hay que mimarlos porque el día que los perdamos nos vamos a comer un mojón. Pues en esas estamos ahora, con la boca llena.
La famosa idea de “redimensionar” el comercio atípico y reservar el paso de Beni Enzar sólo para turistas ha dejado la economía local atada a un respirador artificial.
Los marroquíes que vienen de compras a Melilla no se atreven a salir con dos bolsas por la frontera por miedo a que los echen para atrás. Eso no puede ser. Es absurdo y hay que hacer algo para remediarlo porque estamos cavando nuestra propia tumba.
¿Tan difícil era abrir Farhana hasta las diez de la noche? Ya está hecho y no se ha acabado el mundo. Ninguna autonomía española comete la torpeza de torpedear a sus visitantes para evitar que salgan de sus límites geográficos con mercancía. ¿Dónde se ha visto eso? ¿En qué cabeza cabe? Son estupideces que sólo se siguen viendo en Melilla. Y lo peor, nadie ha dimitido por ello.

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El Faro

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