La campaña electoral se inició anoche en un clima lluvioso, un tanto caluroso también, propio de estos días cambiantes del singular otoño melillense, en el que no acaba de marcharse del todo el verano. El PP tuvo que suspender su reunión informal en los alrededores de su sede de Roberto Cano, por causa de la misma lluvia, a ratos puro chispeo, a ratos insistente aguacero.
Para mí, que lloviese es una buena señal. La lluvia siempre es metáfora de la vida, del agua que limpia y barre, de la transformación y del cambio.
'Tiene que llover, tiene que llover a cántaros”, que decía la canción de Pablo Guerrero y que ayer retumbaba en mi cabeza mientras me preparara para cubrir, junto a mis compañeros de 'El Faro', el inicio de la campaña electoral.
La presente, porque desde esta madrugada estamos totalmente inmersos en ella, parece que es una campaña innecesaria porque, como vulgarmente se dice, “todo el pescado está ya vendido”. Sin embargo, lejos de corroborarlo creo justamente lo contrario. España se encuentra en una situación tan límite, tan liminal si me apuran, en el sentido finalista del término, que no basta con un cambio de signo político en el Gobierno de la Nación, ni tampoco con una nueva política que permita la regeneración de nuestras instituciones y nuestra clase dirigente, tal cual sucedió cuando el necesario cambio que acabó con la hegemonía socialista de la etapa González y llevó a José María Aznar y al PP a las primeras instancias del Estado.
Esta vez necesitamos mucho más que un Gobierno fuerte, creíble y solvente. Debe generar confianza dentro y fuera de España, y sobre todo actuar con claridad antes incluso de tomar posesión como tal.
Los españoles debemos saber con certeza a qué nos enfrentamos, conocer hasta qué punto el PP va a ser capaz de mantener los servicios básicos del Estado del Bienestar y, al tiempo, contener el gasto público -tan disparatado y sujeto a tan extrema deuda por causa de la insolvencia socialista-.
En ese marco, resulta especialmente interesante el debate televisivo que Rajoy y Rubalcaba mantendrán el próximo lunes, justamente en el día previo a la nueva visita del líder nacional del PP a Melilla.
El debate debe ser una oportunidad para desterrar mitos, poner las cosas en su sitio y aclarar en el PP cómo puede defenderse la educación pública cuando Esperanza Aguirre se ha encargado de ponerla en solfa desde su gobierno en la comunidad de Madrid.
Es justo que se premie a los ahorradores, pero también que de una vez se meta en cintura a una casta de banqueros que siguen engordando los beneficios de las entidades que presiden e incluso sus propias nóminas y reparto de dividendos, mientras no tienen empacho en estrangular a un país que requiere del crédito personal e hipotecario para seguir creciendo.
La creación de empleo será la prueba del nueve para el futuro Gobierno que, por supuesto, no va a llegar con ninguna varita mágica sino, por el contrario, con la pesada espada de Damocles que le ha dejado en herencia el ejecutivo saliente de Zapatero.
No obstante, es hora de cambiar la política hacia el sector financiero y bancario, es hora de ajustar los impuestos a las rentas de forma no sólo progresiva, sino en concordancia con las cargas que afrontan esas mismas rentas. Es hora de sanear las cuentas y de imponer la estabilidad presupuestaria a costa del gasto suntuoso y la excesiva carga de empleados públicos de confianza, que sólo contribuyen a engordar la misma casta que anda restando crédito y confianza al poder político.
Y, sobre todo, es hora de la política con mayúsculas, como dicen los socialistas en un engañabobos que pretende enmascarar su incapacidad para haberla ejercido mínimamente en sus siete largos años de Gobierno.
En lo que a Melilla respecta, no hay duda, porque nadie como Rajoy se ha comprometido con esta ciudad, ni ha venido en plena campaña electoral aún cuando le restan días para ser el futuro presidente de la Ciudad; ni mucho menos nadie se ha ocupado como él de que hubiera una mención expresa a nuestra ciudad y a Ceuta en el programa electoral nacional de su partido.
Por higiene democrática, porque tiene que llover a cántaros sobre nuestras instituciones públicas para limpiar, barrer y reforzar nuestro sistema democrático, parece muy claro a quién debemos prestar especial atención en esta campaña electoral y comprometer en mayor medida de cara al 20N.
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