Basta con dar un pequeño paseo por Melilla para comprobar que de un día para otro hay embellecedores y mobiliario urbano hechos polvo. Ayer estaba bien, hoy amanecen mal. Y no pasa nada. Eso es de todos y deberíamos cuidarlo todos, pero en la práctica no es así. A nadie le importa.
Luego nos preguntamos en qué se va el presupuesto de la Ciudad Autónoma. Tenemos para este año más de 260 millones de euros de presupuesto que es, por ejemplo superior a lo que ha invertido en Cuba el Fondo de Desarrollo Internacional de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en los últimos 12 años y ha servido para modernizar regadíos y acueductos y alcantarillados en varias provincias. También para montar parques solares fotovoltaicos y garantizar la depuración de aguas en cuatro municipios que envían sus residuos al río Almendares, aparte de montar un nuevo sistema eléctrico en La Habana (2,2 millones de habitantes). Eso es mucha pasta y da para mucho.
Para hacernos una idea, Melilla, con 86.000 residentes gestiona más dinero que Granada (246 millones) con 4 veces más población (234.000 censados). Y aunque en todas partes cuecen habas, el Paseo de los Tristes está limpio.
Aquí, en cambio, el Paseo Marítimo, por más dinero que le mete el Ayuntamiento, no está como debería estar. Los melillenses somos una máquina de moler euros.
Las papeleras rotas, el muro destrozado y hasta el nuevo carril bici se ha hecho una pupa con las últimas lluvias, aunque esto último no es culpa nuestra sino de la empresa que ejecutó las obras.
No podemos hablar de destrozos sin recordar a los pirómanos. Ahora quizás está la cosa más calmada, pero en esta ciudad los conductores hemos vivido aterrados y sin aparcar junto a un contenedor por temor a que nos conviertan el coche en una antorcha.
Nos encanta reclamar a la Ciudad que arregle tal o cual señal, pero cuando somos nosotros los que nos la llevamos por delante huimos como ratas para eludir nuestra responsabilidad. Total, que lo paguen otros. Es nuestro, pero no lo cuidamos. Si todo el dinero que se utiliza en reemplazar mobiliario urbano se invirtiera en Educación, tendríamos mejores escuelas, pero esto es la pescadilla que se muerde la cola. Tenemos que cambiar el chip.
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