Los “cantos rodados”, arquitectura popular
En el anterior artículo sobre el río describimos el curso alto y lo dejamos justo donde el cauce abandonaba las pendientes del Gurugú y llegaba al curso medio. En esta zona, al ser menos pendiente, comienzan a depositarse los materiales que el río arranca de la cuenca del monte. Estos depósitos aluviales se componen de rocas de todos los tamaños, hasta los minúsculos que forman la arena fluvial. Las rocas grandes van adquiriendo el aspecto característico de los cantos rodados, llamados así precisamente porque su forma redondeada es consecuencia de rodar por el cauce empujadas por la fuerza del agua. Estos grandes cantos rodados proceden de las paredes de roca volcánica del Gurugú, y el aspecto de muchos de ellos, similar al de una esponja, nos recuerda que su origen es el magma solidificado que compone todo el macizo. Estas rocas, por su peculiar aspecto y dureza, fueron muy usadas en otro tiempo en Melilla, y forman parte ya de muchas edificaciones históricas de la ciudad. La arena fluvial de esta parte del río, junto a la que se extrae del cauce del río Kert, seguía usándose en Melilla para la construcción hasta el reciente cierre de la aduana con Marruecos.
La vega fértil del río
Estos depósitos aluviales que se depositan en los valles de los cursos medios de los ríos suelen ser las mejores zonas para cultivar; el curso medio del río Oro no es una excepción: el tramo que va desde las inmediaciones del pueblo de Trara hasta pasada la frontera de Melilla está ocupado en su totalidad por huertas. El arroyo Farkhana, que discurre en paralelo al río desde las inmediaciones de Trara hasta que se unen a la altura de la barriada Constitución, ya dentro de Melilla, tiene una particularidad que lo diferencia claramente del río Oro: su vega es mucho más fértil. Esto se puede observar muy bien desde la carretera que va hacia Zoco el Had, pues se transita precisamente por la cima de las colinas que separan los dos cauces, y desde ellas se tiene una perfecta visión de ambos cauces a uno y otro lado. La razón de la notable diferencia entre uno y otro cauce es geológica: el arroyo Farkhana discurre por la falda del Gurugú, por terrenos de procedencia volcánica, muy ricos en minerales y, por tanto, muy fértiles. Sin embargo, aunque el curso alto del río Oro desciende de las laderas del Gurugú, el lecho del curso medio está formado básicamente por materiales margosos y calizos, procedentes de un fenómeno geológico ocurrido hace millones de años que levantó el fondo marino.
Este mismo fenómeno geológico, que hizo bascular el macizo del Gurugú hacia el este, es el origen de las alturas que hoy día separan las dos vegas, y provocó también un hecho fundamental para el río Oro: desvió su cauce, que hasta entonces desembocaba por la zona de Taxdir, e hizo que tornara hacia el otro lado del cabo Tres Forcas, justo hasta la zona que luego albergaría nuestra ciudad.
La influencia de las aldeas ribereñas
A lo largo de este tramo del río que constituye su curso medio hay varios pueblos, como Zoco el Had y Mariguari, amén de otras muchas aldeas y aduares. Esto influye negativamente en la calidad ambiental del río por muy diversos motivos, entre los que el más importante es la contaminación por residuos sólidos y aguas fecales. La pobreza proverbial de esta zona y su histórico abandono por parte de las autoridades marroquíes impide que estas poblaciones cuenten aún con un sistema de gestión de residuos mínimamente aceptable. También ha sido muy significativo el cambio de hábitos de consumo de los habitantes de la zona, pues cuando se autoabastecían de los productos que se generaban en sus campos, los residuos producidos eran totalmente biodegradables y de origen animal o vegetal. Al depositarlos en el exterior de sus casas, en la chumbera más próxima o en el cauce más cercano, como tradicionalmente se ha hecho, no se generaban los vertederos que hoy día salpican este tramo del río. En la actualidad, la mayoría de los productos que se consumen proceden de Europa y están irremediablemente envasados en plástico; podemos ver muchos de estos envases en la playa de Melilla cada vez que hay riada. Básicamente, el problema es que los habitantes de esta zona tienen acceso a nuestros productos, pero no a nuestro sistema de eliminación de los residuos que estos productos generan.
Islas de biodiversidad
A pesar del gran problema de los residuos en esta parte del río, que en algunos puntos concretos, como el puente de Mariguari, dan una imagen apocalíptica del cauce, siguen existiendo muchos lugares aislados, como el meandro cercano a la aldea de Abbo y los afluentes del río procedentes de la cuenca de Beni Chicar, donde es posible imaginar cómo era antes. Son auténticas islas de biodiversidad donde se conservan muchas de las especies que antaño poblaban todo el cauce, y nos dan un halo de esperanza. La naturaleza tiene una enorme capacidad de recuperación, y los ecosistemas fluviales, por su dinamismo, suelen recuperarse aún con más rapidez que cualquier otro ecosistema. Lo hemos visto en algún tramo del curso bajo del río, ya dentro de los límites de la ciudad, pero es algo que abordaremos en la tercera parte del artículo.