Eva y sus familiares, afectados por el terremoto, fueron desalojados del Melilla Puerto el pasado jueves. Hoy están en el albergue tras rechazar un hostal que, afirma, “estaba en malas condiciones”.
Eva cita a El Faro a la entrada del albergue de San Vicente de Paúl, donde vive desde el pasado viernesen en una habitación junto a su marido y los cinco hijos de ambos. Su llegada a este centro de acogida ha sido cuando menos accidentada.
Hasta el pasado jueves, esta familia de siete miembros vivía en el Hotel Melilla Puerto, donde fue realojada pocos días después del terremoto que golpeó la ciudad el pasado 25 de enero.
“Mi marido está trabajando y los tres niños mayores están en el colegio”, cuenta Eva mientras pasea por el Rastro en compañía de sus dos hijas menores, de año y medio y cuatro años, respectivamente. Los demás son una niña de seis años, un niño de 11 y un adolescente de 14.
El pasado jueves, Eva volvía al Melilla Puerto tras haber acudido “al comedor social de Barrio Hebreo”, donde “llenaba la fiambrera” para alimentar a los suyos. Una vez en el hotel, afirma que la llamaron de recepción avisándola de que tenían que abandonar la habitación.
Del hotel a un hostal
“Fueron las mismas recepcionistas las que me lo dijeron. A mí no me llamó ningún asistente social”, asegura Eva. “En el hotel me decían que les habían llamado para avisarles que (la Ciudad) ya no pagaba la habitación y nos teníamos que marchar”, agrega.
Según explica, les dijeron que acudieran a un hostal del Rastro. “Fuimos para allí y vimos la habitación”, continúa. “Cuando subí fue una impresión muy fea porque no estaba en condiciones para meter ahí a mis niños”. De acuerdo con Eva, la habitación no tenía cuarto de baño, sino que había uno común.
“Era un plato de ducha para toda la gente que estaba allí. Y yo no voy a meter a mis niñas pequeñas en un baño donde ha estado un adulto”, subraya. Según Eva, las condiciones de limpieza dejaban “mucho que desear”, por lo que se negó a aceptar ese alojamiento.
Tras ello, llamó a la asistente social, a la que comunicó el estado en el que se encontraban las instalaciones del hostal. “Le dije que no era un sitio adecuado para mis niños, que no estaba limpio”, añade. Siempre según el testimonio de Eva, la asistente social le contestó que, de no aceptar ese alojamiento, ella y su marido se quedarían “en la calle” y la Ciudad se haría cargo de los niños.
La afectada por el terremoto propuso entonces que alojaran a su familia en el Hotel Nacional. “Sabemos que allí están instalando a otras familias”, asegura a este periódico. “O a una pensión”, añade, “pero siempre que el baño esté dentro de la habitación y en condiciones para mis hijos”.
Sin embargo, y siempre de acuerdo con la versión de Eva, la asistente social le replicó que “la llamaría dentro de unos días”. “Pero eso no es una solución para mí, porque nos quedamos en la calle”, lamenta esta mujer.
De esta manera, regresó al Melilla Puerto y sacó sus pertenencias de la habitación. Eran las ocho de la tarde del jueves. “Nos quedamos sentados en unas escaleras que suben para el Cargadero del Mineral”, recuerda. Al no recibir ninguna llamada de Bienestar Social, optó por enviar a sus cinco niños a casa de una amiga. “Ella los duchó y les dio de cenar”. Después, ella y su marido se desplazaron a la casa que tuvieron que abandonar por los daños provocados por el seísmo.
En la casa en ruinas
La casa afectada se ubica en la calle Seijas Lozano, cerca de la plaza Primero de Mayo. “Ahí no puedo meter a mis hijos”, afirma en referencia al estado ruinoso del inmueble. No obstante, su esposo y ella no tuvieron elección: o dormir ahí o a la intemperie.
A la mañana siguiente, afirma que se reunió con el consejero de
Bienestar Social, Daniel Ventura, al que expuso la situación. Sostiene que Ventura los envió al albergue aunque, al llegar allí “ellos no sabían nada”.
Eva asegura que el responsable del albergue se apiadó de ella y su familia y les permitió quedarse. “No voy a consentir que te quedes en la calle con tus niños”, afirma que le dijeron en este centro dependiente de Bienestar Social.
Según su relato, los siete miembros de la familia viven en una habitación “con tres colchones”. “La niña pequeña duerme en su sillita”, explica. Eva agradece que el albergue se encuentra “muy limpio”, pero es consciente de que no pueden quedarse viviendo allí de forma ilimitada.
Ayer, acudió a las oficinas que Bienestar Social tiene en el barrio de la Victoria, pero asegura que no la recibieron. “Ven mañana (por hoy) a las nueve” fue toda la respuesta que recibió, afirma.
El Faro intentó contactar ayer con el consejero de Bienestar Social para recabar su testimonio. Sin embargo, al cierre de esta edición no había sido posible conversar con él. Mientras, Eva y los suyos siguen buscando una solución a la situación que viven.
Fuera de su casa desde el 29 de enero
La familia de Eva fue una de las muchas de esta ciudad que tuvieron que abandonar su hogar por los graves daños que había causado el terremoto del pasado 25 de enero.
“Yo llamé a los Bomberos para que vinieran a ver la casa”, relata Eva. “Vinieron el día 29 (de enero) y al verla me dijeron: ‘te van a desalojar dentro de media hora’. Coge la ropa de los niños y lo que más necesites’”.
Según afirma, en un principio le dijeron que iban a trasladarlos “a Rostrogordo, a una zona de camping o algo así”. Pero, siempre de acuerdo con su versión, un policía local avisó de que “no se podía meter a una familia con cinco menores en casetas de madera donde normalmente va los niños en campamentos de verano”. Tras ello, sostiene que las autoridades decidieron alojarlos en el Hotel Melilla Puerto. “Yo no decidí meterme en ese hotel”, subraya la mujer.
Ahora, esta familia se enfrenta a un futuro incierto. El marido de Eva trabaja “de camarero”, pero tiene un contrato temporal que finaliza “dentro de mes y medio”, explica ella. “Trabaja a media jornada y en poco tiempo se va a quedar en el paro. Le va a quedar un subsidio de 210 euros. ¿Cómo quieren que encontremos una casa en alquiler así?”.
Esta madre de cinco niños sostiene que desde la Ciudad Autónoma se les emplaza a ellos y a todos los realojados a causa del terremoto a esforzarse en buscar un piso en arrendamiento. Sin embargo, todas estas personas se encuentran ante el mismo problema: su escasez de recursos económicos es la peor carta de presentación ante los propietarios de viviendas. Muchos de éstos solicitan nómina y fianza para alquilar.
Eva asegura que durante todo el tiempo que pasaron en el Melilla Puerto buscaron una vivienda en alquiler. “En todas partes nos piden 500 euros. ¿Cómo vamos a pagar eso si mi marido, que trabaja a media jornada, gana 600 euros?”, pregunta.
“Esto es una injusticia. Todos se van pasando la pelota. De Emvismesa a la Ciudad y de la Ciudad a la asistenta social”, dice esta mujer conteniendo el llanto.