Conociendo nuestras tradiciones

El árbol de Navidad

Mª Isabel Pintos Mota

            Recordemos encender la segunda vela (roja) de nuestra corona de Adviento

Oración:

“Te pedimos que nos ayudes a no alejarnos de Ti por las cosas materiales, las prisas, los regalos…

Te damos gracias Señor por mandarnos a tu Hijo a salvarnos y te pedimos que nos enseñes a vivir y estar cerca de Ti estos días y siempre, y así preparar nuestro corazón para tu venida. Amén”

 

Origen de las tradiciones

            Las tradiciones y costumbres son una manera de hacer presente, de recordar lo que ocurrió en el pasado. Son hechos y obras que se transmiten de una generación a otra de forma oral o escrita.

La palabra tradición viene del latín traditio que viene del verbo tradere que significa entregar.

Se puede decir que tradición es lo que nuestros antepasados nos han entregado. En el caso de la Navidad, lo más importante de las tradiciones y costumbres, no es solo en el aspecto exterior, sino su significado interior.

            Se debe conocer por qué y para que se llevan a cabo las tradiciones y costumbres para así poder vivirlas intensamente.

Este es un modo de evangelizar

            Existen muchas tradiciones y costumbres de la Navidad que nos ayudan a vivir el espíritu navideño, pero debemos recordar que este espíritu se encuentra en la meditación del misterio que se celebra.

 

EL ÁRBOL DE NAVIDAD

Los antiguos germanos creían que el mundo y todos los astros estaban sostenidos pendiendo de las ramas de un árbol gigantesco llamado el divino Ideasil o el dios Odin. A este dios se le rendía culto cada año, durante el solsticio de invierno, cuando para ellos, se renovaba la vida. La celebración de ese día consistía en adornar un árbol de encino con antorchas que representaban las estrellas, la luna y el sol. En torno a este árbol bailaban y cantaban adorando a su divinidad.

Los ritos que vinculan los árboles con expresiones religiosas tienen un origen pagano antiquísimo. El simbolismo del leño en los pueblos del norte de Europa- que usado en las chimeneas congrega a familiares y amigos para compartir las frías y largas noches de invierno y el de las guirnaldas para decorar las casas- algo verde y florecido como símbolo de la eterna esperanza se conjugan con el árbol de Navidad.

Los romanos también inspiraron la actual costumbre de usar el árbol de Navidad con las saturnalias. Gracias a Virgilio, durante esta celebración (que tenía lugar en diciembre a honor a Saturno) se colocaba un árbol lleno de muñecos y juguetes infantiles en la plaza pública.

En el siglo XVII la tradición comenzó a extenderse rápidamente por toda Europa, quizás impulsada en parte por la leyenda que aseguraba que muchos árboles florecían extrañamente el 25 de diciembre. El Papa Gregorio Magno autorizó en el año 601 que se colocaran en las iglesias coronas y ramas de árboles como el ciprés, pino y abeto.

 

Su significado

El árbol en si tiene varios significados religiosos, ya que ha sido utilizado por distintas culturas como símbolo de unión entre el cielo y la tierra: ahonda sus raíces en la tierra y se levanta hasta el cielo. Por eso en muchas religiones, sobre todo en las orientales, el árbol es un signo de encuentro con lo sagrado, del encuentro del hombre con la divinidad y de la divinidad con el hombre.

En el Nuevo Testamento, el árbol frondoso es imagen del Reino de Dios (Ma 7, 30-32) y en el Antiguo Testamento el árbol tiene un significado especial: bajo los árboles sagrados se celebraban reuniones, juicios y asambleas del pueblo (Jue 7, 5; Sam 14,2; 22, 6).

Desde los tiempos proféticos, el árbol ocupa un lugar privilegiado: “Vendrá a ti el orgullo del Líbano, con el ciprés y el abeto y el pino para adornar el lugar de mi santuario y ennoblecer mi estrado “ (Is 60,13). También la figura del retoño del tronco de Jesé la emplean los profetas en el anuncio del Mesías (Is 11,1).

Si el Belén tiene en San Francisco su promotor, el abeto de Navidad lo encuentra en San Bonifacio, llamado originalmente Winfrid (680-755) un misionero inglés del siglo VIII, conocido como el Apóstol de Alemania. Al parecer, tuvo el buen tino de comprender que era imposible arrancar de raíz la tradición pagana de dar culto a los árboles, por lo que resolvió adoptarla y adaptarla dándole, un sentido cristiano y haciendo que el árbol adornado fuera también un símbolo del nacimiento de Cristo.

La historia empieza con Bonifacio predicando el día de Navidad en Geismar ante unos druidas germanos que se disponían a realizar un sacrificio humano junto a un noble. El pequeño príncipe Adolfo sujeto al tronco del árbol, iba a ser sacrificado para aplacar las iras del dios Thor. Predicaba el santo que el roble no era un árbol sagrado ni inviolable, y que no merecía sacrificios, pero sus palabras caían en el desierto. Lleno del coraje ante el peligro inminente para una vida humana, tomó un hacha y derribó el árbol. Al caer, el roble destrozó toda la vegetación que quedó debajo excepto un pequeño abeto que se encontraba en la línea de caída (otra versión cuenta que en el mismo lugar donde estaba el roble brotó milagrosamente un abeto). San Bonifacio tomó este hecho como un milagro, así que culminó su sermón diciendo:

“Llamémosle el árbol del Niño Dios”. A partir de aquel momento, los normandos cristianizados comenzaron a plantar abetos y a decorarlos.

La tradición de la Iglesia vio en la forma del abeto un motivo más para cargar al árbol de simbolismo: por un lado, sus ramas se dirijan al cielo, mientras que por otro, su forma triangular, resulta idónea para representar la Trinidad, con el Padre en el extremo superior y el Hijo y el Espíritu en los inferiores.

 

¿Por qué se corona con una estrella?

            La Estrella es uno de los símbolos espirituales por excelencia, signo de resurrección para los cristianos. La más utilizada es la de cinco puntas.

 

Las bolas de cristal, tienen su origen en Bohemia en el siglo XVIII inspiradas en la forma de las manzanas que colgaban de los abetos alemanes de Navidad.

 

Las manzanas, nos remontan a las representaciones que se hacían en la Edad Media en Alemania sobre el relato de Adán y Eva. Esta representación terminaba siempre con la promesa de la llegada del Salvador.

 

El árbol de Navidad con figuras se instaló en Inglaterra en la primera mitad del siglo XIX.

 

En Estados Unidos se empezaron a utilizar frutos secos, flores y otros adornos. Más tarde se introdujeron las campanillas, las herraduras, las luces, los bastoncillos de caramelo, etc.

En España el primer árbol de Navidad fue instalado en 1870 por el aristócrata español José Isidro Osorio, duque de Sesto, en su residencia del palacio de Alcañices, en el paseo del Prado de Madrid.

 

Bendición del Árbol de Navidad

Señor Jesús

Rodea a este árbol con tu bendición. Que sus luces titilantes nos recuerden de la esperanza y la promesa de tu venida.

Que encontremos la alegría en los recuerdos que compartimos en sus adornos y ribetes.

Que los regalos que colocamos debajo de él, den lugar al agradecimiento para el regalo de tu presencia entre nosotros.

Te lo pedimos en tu santo nombre.”

 

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