En el mes de septiembre, y por mera casualidad, se conmemora tanto en Ceuta como en Melilla la incorporación de ambas ciudades al Reino de España. Y este año, en este septiembre, se cumplen 382 años de la españolidad de Ceuta y nada menos que 525 años de la de Melilla.
En el caso de Ceuta, el día 2 de este mes -allá por 1415- es cuando Portugal nombró a su primer Gobernador y el día 13 de septiembre de 1.640 cuando sus habitantes optaron por la nacionalidad española. Pocos pueblos han tenido esta oportunidad de libremente unir su futuro al de España.
Melilla, por su parte, es española desde el 17 de septiembre de 1497, 18 años antes que el Reino de Navarra, 162 años antes de que el Rosellón fuera francés y 279 años antes de que se constituyeran los EE.UU. de América y -ahí es nada- 25 años antes que nuestros navegantes partiendo desde Sanlúcar de Barrameda demostraran que la tierra no era plana tras su circunnavegación del globo que -curiosa casualidad- también empezó y acabó en un mes de septiembre tres años más tarde.
La situación geográfica de ambas ciudades, separadas y unidas a la vez por las aguas del mar Mediterráneo al resto del territorio peninsular, les imprime un carácter especial a sus gentes. Gentes, venidas de todos los rincones de España durante siglos y por distintas razones; unos, forzosos o voluntarios al servicio del Estado; otros muchos, buscando un futuro que no supieron o pudieron encontrar en su tierra de origen, como el caso de nuestro abuelo Carmelo, que vino de Purullena (Granada) a Melilla y aquí fundó en 1915 la empresa que hoy mantenemos viva sus nietos -contra viento y marea- y con la ilusión y el compromiso de transmitir su legado a la cuarta generación y las futuras.
En los últimos tiempos, Melilla y Ceuta, siempre abiertas al mundo, fueron recibiendo y acogiendo a personas de otras culturas y orígenes. La colonia judía fue un referente en los años del espectacular desarrollo económico de ambas ciudades a finales del siglo XIX y principios del XX; los hindúes, aportaron su capacidad comercial y relaciones internacionales siendo los apellidos Lalchandani, Bhagwandas, Sukhwani o Dahnwani entre otros los que destacaron en el comercio internacional desde mediados del siglo XX en ambas ciudades. Y, lógicamente, los vecinos rifeños de ambas ciudades que se fueron incorporando a nuestras ciudades una vez que se acabó el Protectorado español y aquí han ido viendo crecer a sus hijos y nietos. Y sin olvidar, por supuesto, a la comunidad gitana y la incipiente colonia de chinos.
Esta mezcla de culturas y religiones ha dado lugar a nuestra famosa multiculturalidad, comparable solo a la se vivió en Toledo hace bastantes siglos. Pero todos los que somos de Melilla o de Ceuta, independiente del origen y credo, tenemos una cosa en común: el amor a nuestra Ciudad, a España y las ganas de seguir siendo españoles por encima de todo. Pero no podemos obviar la realidad y es que, además de los españoles, en nuestras ciudades -según datos del INE a principios de este año- convivían con nosotros 16.522 extranjeros de los que la gran mayoría son súbditos marroquíes que, por encima de todo, deben lealtad y obediencia a su Rey y Comendador de los creyentes. Y nos guste o no, es lo que hay.
Ambas ciudades -quizás con mayor frecuencia e intensidad en Melilla- hemos sufrido crueles asedios y agresiones bélicas por parte de nuestros vecinos musulmanes desde la época de los sultanes hasta los más recientes ataques ‘híbridos’ del actual Reino de Marruecos. No voy a extenderme en ellos porque de sobra son conocidos por el resto de los españoles y, gracias a ellos precisamente, la propia Unión Europea ha dejado escrito “negro sobre blanco” la españolidad y el carácter europeo de ambas ciudades que forman parte indisoluble de la integridad territorial de España como así reconoce nuestra propia Constitución.
Es triste para los melillenses y ceutíes escuchar de nuestros propios compatriotas comentarios despectivos sobre nosotros o dudando de la posibilidad o necesidad de que nuestras ciudades sean tan españolas como cualquier otra ciudad o el más remoto pueblo de nuestra geografía. Triste también es que nuestros gobernantes no defiendan -con la intensidad que nos gustaría- los intereses de ambas ciudades ante las maniobras de Marruecos para hacernos la vida imposible y que algunos de nuestros representantes políticos locales prefieran anteponer sus sentimientos personales y no participar en la conmemoración oficial de fechas tan significativas para ambas Ciudades o tener que escuchar recientemente las palabras de una indigna exministra de España para granjearse alguna que otra prebenda del monarca alauita. Al menos, en esta ocasión, nuestros Gobiernos locales han sabido reaccionar al unísono declarándola persona ‘non grata’.
Ceuta, la ‘Perla del Mediterráneo’ y Melilla, el ‘Sol de España en Africa’, son el mejor ejemplo del orgullo de ser y sentirse español. Animo a todos los españoles que se acerquen a conocernos y seguro que se sentirán tan orgullosos como nosotros de nuestras ciudades españolas en la otra orilla del Mediterráneo y comprenderán nuestro orgullo por ser españoles y querer seguir siéndolo por muchos siglos más.
Desde la Asociación Andaluza de la Empresa Familiar -que incluye en su seno a las de ambas ciudades- en mi calidad de presidente y como melillense, quiero hacer llegar a mis paisanos y a los ceutíes el apoyo y el cariño de todas las empresas familiares representadas por las 17 Asociaciones Territoriales. Y desde esta tribuna que me ofrecen los periódicos locales quiero felicitar a Ceuta en este pasado 2 de septiembre y el próximo 17 de septiembre a Melilla por los 382 y 525 años, respectivamente, de ser un trocito de España en el norte de Africa.
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