LA reunión del delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, y del consejero de Economía, Daniel Conesa, con la secretaria de Estado de Empleo se ha saldado con un incremento de 500.000 euros en la partida que el Estado destina para planes de empleo en nuestra ciudad.
En principio, se trata de un hecho positivo. Habrá más dinero, se podrá incrementar el número de convocatorias y serán más los ciudadanos beneficiados. Es fácil entender que la noticia sea acogida con alegría por las familias que dependen de estas medidas para salir adelante, que no son pocas en nuestra ciudad, donde el desempleo afecta a más de 12.600 personas. En este sentido, se entiende la satisfacción que expresan los rostros de Abdelmalik El Barkani y Daniel Conesa en la fotografía del encuentro difundida por la Delegación del Gobierno.
Sin embargo, los 13,3 millones que se destinarán este año en nuestra ciudad a planes de empleo también son el reconocimiento de que aún no hemos encontrado una solución en la economía real al problema más importante de nuestra ciudad. Por lo tanto, la disminución del paro en Melilla continuará dependiendo de la ‘ficticia’ contratación de cientos de personas empleadas en las más diversas labores. El destino de todas ellas, con independencia de su valía, al margen de la calidad de su trabajo, será el desempleo. Volverán a las listas del paro al cabo de seis meses. Y cuando se incorporen a otro plan de empleo, no lo harán por su rendimiento, su entrega o la solvencia profesional demostrada en el anterior. En gran medida, se tendrán en cuenta para la nueva contratación aspectos como su situación económica, familiar y laboral. Con estas piezas, la motivación de los trabajadores es una quimera.
Ésas son las expectativas de los ciudadanos que se beneficiarán de los 13,3 millones de euros de los planes de empleo de este año. Indudablemente, esa cantidad de dinero supone una importante inyección económica para los distintos sectores productivos de nuestra ciudad. Por lo tanto, la sociedad melillense en general se ve favorecida con los planes de empleo. Sin embargo, no depende de nosotros, de los melillenses, que el próximo año el Estado y la Ciudad destinen unas cantidades similares. Las partidas de ambas administraciones variarán en función de sus posibilidades financieras y en el caso del dinero que llegue del Ministerio, también de la capacidad negociadora de nuestros representantes políticos.
La fotografía con los rostros satisfechosos de El Barkani y Conesa sirve para ilustrar una buena noticia. El aumento del presupuesto total de los planes de empleo es positivo, al menos, desde un punto de vista ‘cortoplacista’. A largo plazo, Melilla debe buscar inversiones productivas del sector público o privado que permitan que el futuro de nuestra ciudad dependa de nuestro esfuerzo, de la calidad de nuestro trabajo y de nuestras capacidades profesionales. No es una empresa fácil, sobre todo porque tenemos que empezar por cambiar nuestra propia mentalidad para que las aspiraciones de Melilla vayan más allá de desplazarse a Madrid y tratar de volver con la bolsa más llena que en el viaje anterior. Tenemos que entender que el futuro de nuestra ciudad no está en los ministerios. También es posible viajar a Madrid para mantener encuentros con inversores.
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