La rotura del depósito de Cabrerizas es un hecho que casi nadie ha podido olvidar y que perdura en la mente de los melillenses. De una forma u otra, afectó a toda una sociedad aunque ni si quiera se hubiera sido testigo de la tragedia. Es difícil encontrar a alguien que no sepa explicar cómo vivió ese día como si hubiera sido ayer, recordando cada pequeño detalle por insignificante que parezca. Todo el mundo se acuerda de dónde se encontraba, cómo se enteró o qué es lo primero que se les pasó por la cabeza.
La huella del desastre persiste hoy en día en los que tuvieron que lamentar el fallecimiento de algún familiar. Una de las víctimas fue Sonia, embaraza de 8 meses, que murió junto con sus dos hijos, Francisco Antonio de cinco años y la pequeña Sonia, que aún no había cumplido un año.
El Faro ha hablado con la tía del marido de Sonia, María, que ha explicado cómo vivió el momento y cómo se enteró de lo sucedido.
Ese día, María estaba en el mercado cuando escuchó a personas correr y avisar de que todo el mundo se protegiera de un río que venía hacia allí. Ella no entendió nada en ese momento. Miró al cielo y vio que estaba soleado. Cuando el agua comenzó a llegar hacia donde ella estaba no entendía de dónde venía.
"En ese momento no me acordé de mi gente", destacó María, hasta que más tarde llegó su sobrino preguntando por su mujer y sus hijos. Sonia ese día tenía que ir al médico con sus hijos, pero nunca llegó porque se quedó dormida. Tras horas de angustia sin saber el paradero de su familia, encontraron los cuerpos sin vida en la propia casa.
"Cuando fueron a la casa y vieron el agujero, los encontraron allí", aclaró María.
El sentimiento común de los que lo vivieron fue la incertidumbre de no saber actuar y, sobre todo, el desconocimiento de dónde estaban sus familiares y el temor a que les hubiera sorprendido la riada. La mayoría de encuestados por este diario coinciden en que el ser humano no está preparado para saber actuar en estos casos. El bloqueo previo y la necesidad escapar, pero no saber hacia dónde, es el primer instinto que les salió.
"Lo primero que pensé fue en ir a por mis hijos al colegio y llevármelos a casa", comentó Juan. Este melillense es profesor de primaria y aquel día estaba trabajando. En el colegio comenzó a escuchar rumores contradictorios sobre que algo había pasado en el centro aunque nadie se ponía de acuerdo en qué había pasado exactamente.
Juan comentó a El Faro que en aquel momento solo pensaba en sus hijos, así que pidió permiso para salir antes del trabajo y poder recogerlos del colegio en la zona del centro.
"Me acuerdo bien de aquella mañana, muy confusa al principio", destacó. Cuando Juan llegó al centro se encontró con su mujer por la calle y se fueron, dijo, sin querer acercarse a la zona más devastada por miedo.
Su primer pensamiento fue encerrarse en casa con la llave echada porque no sabía qué más podía suceder. Tiempo más tarde se enteró por las noticias de que había sido una avalancha de agua que había sembrado el terror en buena parte de Melilla.
En lo que insisten muchos melillenses es en que a pesar de que fue una desgracia, por suerte sucedió cuando los niños seguían en los colegios y la mayor parte de los melillenses estaban en sus puestos de trabajo.
Otro melillense que sintió pánico aquel día fue Nagin. Él estaba trabajando por la zona del Rastro cuando escuchó un estruendo. Al principio no sabía lo que había pasado hasta que vio el agua correr cuesta abajo llevándose todo a su paso. No se acordaba Nagin de la existencia del depósito de Cabrerizas y no cayó en la cuenta en ese momento de que podría haber explotado.
"Estaba la calle llena de mercancía y ropa flotando", explicó a El Faro. Al ser consciente de lo que estaba viviendo, comenzó a temblar sin saber qué hacer y salió de la tienda en la que estaba entregando mercancía.
Una vez en la calle vio a un hombre mayor que había sido arrastrado por la corriente y había quedado atrapado debajo de un coche. El propietario de una de las tiendas intentó rescatar al hombre, pero había fallecido. "Hubo mucho sufrimiento", destacó este melillense.
No hizo falta estar en Melilla para ser consciente de la magnitud de la catástrofe. Ana, otra encuestada por El Faro, acababa de salir de Melilla junto a su marido, pero sus hijos sí que se quedaron en la ciudad. Ella vivió la angustia desde la distancia, sin saber qué había pasado y con el miedo de que pudiera ocurrirle algo a sus hijos.
"Salieron las noticias en la televisión y sentí impotencia de estar en la distancia", recalcó. Ella le pidió a sus hijos que se quedaran en la casa y no salieran hacia la zona cero.
Fue el 17 de noviembre de 1997, cuando sobre las doce del mediodía, uno de los muros del depósito de agua de Cabrerizas reventó llevándose por delante la urbanización de viviendas de Protección Oficial 'Averroes'. Los 25 millones de litros de agua corrieron con fuerza por los barrios del Tiro Nacional, el Rastro y el centro destrozando todo a su paso. La rotura del depósito dejó 11 muertos, 41 heridos e innumerables daños en casas y comercios de la ciudad. Las pérdidas se estimaron en más de mil millones de pesetas.
El Consejo de Gobierno aprobó en noviembre de 1997 dos partidas presupuestarias de 100 millones de pesetas en concepto de indemnizaciones y ayudas urgentes. La primera estaba dirigida a los residentes de la barriada de Averroes, la zona más perjudicada y la segunda a los comerciantes afectados. Además, se aprobaron ayudas extraordinarias de cuatro millones de pesetas para cada uno de los herederos de las personas que perdieron la vida.
Tres años más tarde, en el 2000, el presidente de la Comisión de Afectados de Averroes, Ángel Valencia, aseguró que los familiares de las víctimas mortales habían cobrado en octubre del año anterior, la indemnización de Fomento de Construcciones y Contratas.
La empresa adjudicataria del proyecto tuvo que compensar con 30 millones de pesetas a cada una de las familias. En total 400 millones de pesetas, por los que los familiares de las víctimas se retiraron de la acusación particular. Se quejó por aquel entonces Valencia de que las indemnizaciones del Ministerio de Medio Ambiente no habían sido abonadas en su totalidad, únicamente el 48%.
Valencia recordó en aquella época que la Asociación de Vecinos de Averroes había denunciado en reiteradas ocasiones las filtraciones de agua que se estaban produciendo en el depósito, pero que no fueron escuchados e insistió en que los afectados estaban convencidos de que se trató de "un error humano".
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