Se cumplen 25 años desde que el 17 de noviembre de 1997, el depósito de Cabrerizas reventara, un hecho que perdura como el primer día en la mente de los que sufrieron el desastre. El Faro ha hablado con Pilar Navarro, propietaria de uno de los negocios que se inundaron, que explicó cómo lo perdió absolutamente todo en apenas 10 minutos, y con melillenses que han contado cómo vivieron aquel trágico día.
Hace ya un cuarto de siglo, las paredes del depósito de Cabrerizas estallaron y los 25 millones de litros de agua que acumulaban corrieron como una ola gigante por los barrios del Tiro Nacional, el Rastro y el centro, dejando a su paso once muertos, 28 heridos y cuantiosos daños materiales en comercios y viviendas.
"Todavía se me pone la piel de gallina", aseguró a El Faro Pilar Navarro, propietaria de la tienda 'Curtidos Valencia'. Su establecimiento se inundó y perdió en unos instantes todo lo que tenía. Aún se emociona al recordarlo. No por los daños materiales sino por la angustia de su familia al no tener noticias suyas. Habían quedado para comer y ella no llegaba.
Hay que tener en cuenta que en 1997 no todo el mundo disponía de teléfonos móviles, no había redes sociales y la comunicación no era instantánea. Muchos no se enteraron de lo que realmente había pasado hasta tiempo después, como fue el caso de su familia, que incluso temió que entre los fallecidos estuviera Pilar Navarro.
Era un día soleado, "precioso", dijo Navarro, cuando sucedió todo. Esta melillense recuerda cada segundo de lo que pasó como si hubiese sucedido ayer. Navarro estaba atendiendo a una clienta, enseñándole una cortina para el baño, cuando escuchó gritos en la calle. Al salir de la tienda vio como todo el mundo corría alertando de que el agua se acercaba.
La propietaria de la tienda no entendió en ese momento por qué la gente huía hasta que la avalancha de agua llegó hasta donde ella estaba. En ese momento se quedó paralizada sin saber qué hacer. Lo único que quería era salir, poder escapar del agua. Sin pensárselo dos veces se subió a un escalón de la calle con su marido, dejando la puerta del negocio abierta.
"Fue un instante, fueron cinco o diez minutos", recalcó Navarro. En ese momento, los coches flotaban en el agua junto con todo lo que arrastraba a su paso. Ella recuerda que su padre le contaba que hace años, la calle García Cabrelles y la zona de la avenida era un río, por lo que intuye que el agua siguió su cauce natural.
Fue el consorcio el que se hizo cargo de la indemnización por los daños sufridos, además de la Ciudad. Pero lo que más destaca Navarro es la ayuda que le prestaron los melillenses y sobre todo su familia. Como ella, otros ciudadanos encuestados por El Faro recuerdan con horror ese día.
Muchos cuentan que sus coches fueron arrastrados por la fuerza del agua, que quedaron atrapados sin poder volver a casa debido a que los autobuses se habían inundado o que vivieron con angustia los momentos en los que no tenían conocimiento de lo que había sucedido. Es el caso de Encarni Jiménez, propietaria de la floristería E. Jiménez. Esta melillense contó a El Faro que en 1997 era todavía muy joven, pero que estaba trabajando en otra tienda cercana a la que hoy en día es propietaria.
Cuando Jiménez vio a la gente correr gritando se asustó. Ella pensó que habían puesto una bomba o había sido un atentado hasta que escuchó a un hombre que le contó lo que había pasado. "Pasamos bastante miedo", señaló. En ese momento, no supo qué hacer, si salir a ayudar o salir de la tienda. Afortunadamente, el agua no entró en su floristería.
Jiménez sigue enfadada con la justicia. Para ella, el que verdaderamente comete errores "está en la calle, algunos hasta gobernando" y los que "no han hecho tanto están cumpliendo condena".
La investigación de los hechos concluyó que la modificación de las paredes del depósito, que todavía estaban en periodo de pruebas, no se hizo de forma diligente. Tiempo atrás incluso se habían detectado filtraciones de agua, pero no se detuvo el llenado de agua.
El juicio se celebró en el Juzgado de lo Penal número 2 de Melilla seis años y medio después de la tragedia. En el auto judicial se responsabiliza a ocho ingenieros, dos trabajadores de Fomento Construcciones y Contratas, la empresa adjudicataria del proyecto, otros dos de la Confederación Hidrográfica del Sur, que fueron quienes autorizaron el proyecto, y cuatro de Forvap, empresa subcontratada encargada de diseñar los paneles defectuosos, de la rotura "por deficiencias técnicas" halladas en el proyecto.
En un primer momento se les pedía 3 años de cárcel y 5 de inhabilitación, pero tras un acuerdo entre el ministerio fiscal, la acusación particular y los abogados de la defensa, los ocho ingenieros acusados de haber participado "directa e indirectamente" en la ejecución del proyecto, fueron condenados a 11 meses de cárcel y 14 meses de inhabilitación aunque finalmente fueron puestos en libertad condicional, al no tener antecedentes previos.
En 2021, el consejero de Medio Ambiente, Hassan Mohatar, aseguró que los restos del depósito de agua de Cabrerizas serían derrumbados "lo antes posible", pero al encontrarse en territorio militar, tuvieron que negociarlo con Defensa. En mayo de 2022 se llegó a un acuerdo con el ministerio y Mohatar afirmó en rueda de prensa que el contrato menor ya había salido a licitación.
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